Sinaloa y su pesada realidad
sábado, 7 de diciembre de 2024
Sinaloa y su pesada realidad


A la mitad del sexenio de Rubén Rocha Moya como gobernador de Sinaloa, los que habitamos el estado nos hemos dado cuenta fehaciente que un político rencoroso y vengativo siempre buscará la manera de que los problemas surjan, los ya existentes se multipliquen y los odios afloren.


Durante el gobierno de Juan Millán el narcotráfico cogobernó en una simbiosis que se trasladó sexenio tras sexenio hasta llegar al periodo actual. Muchos fueron los testimonios periodísticos que documentaron los hechos; unos más evidentes que otros.


La política y el narcotráfico en Sinaloa, durante el periodo antes señalado, sufrió una metamorfosis Kafkiana, ante los ojos de todos y con las evidencias por todos lados, ambos crecieron en poder ante una sociedad que se alimentó de la promesa del autocontrol, la simbiosis devoró las pocas conciencias que el dinero no compró; pero es a partir de la llegada a la gubernatura del estado del hoy morenista, Rubén Rocha Moya, cuando la realidad cae sobre nosotros con la fuerza de un tsunami.


Tanto la política como el narcotráfico en este país ha resultado un enorme negocio para los que a eso se dedican, la línea entre lo legal y lo ilegal cada día es más confusa, y durante el sexenio pasado de López Obrador prácticamente esa línea desapareció en muchos aspectos. Los testimonios quedaron grabados en la propia narrativa del expresidente, simbólicamente en muchos casos desde Palacio Nacional. Con esto se institucionalizó en los gobiernos de Morena: el descaro, cinismo y el monopolio de la verdad.


Rubén Rocha Moya es el resultado de nuestra incapacidad como sociedad de no haber asumido, en el pasado y presente, la responsabilidad de la exigencia a que cumplan cabalmente las promesas los políticos convertidos en gobierno; de permitir que los gobiernos se nutrieran del dinero del narco y los narcos se convirtieran en gobierno; de aceptar realidades alternas para no reconocernos como los principales impulsores de dichas políticas, conscientes o inconscientes.


Y es en este punto donde se construye actualmente lo que sigue — el futuro—, la promesa del autocontrol se rompió en mil pedazos y la realidad se nos presenta grotesca, ensangrentada y llena de odio, pero, ¡esa es nuestra realidad!


Que la reconozcamos, por difícil que sea, hará la diferencia. El narco pinta su realidad con una violencia sin precedentes, los políticos, Rocha Moya, pinta su realidad en un universo paralelo que lo excluye de sus responsabilidades y lo convierte en la principal víctima, la realidad de la sociedad se encuentra luchando entre la violencia y la versión virtual de las autoridades de que no pasa nada.


En ese orden de ideas las señales, hace tres años, del rumbo que tomaría Sinaloa se presentaron claras y contundentes: un político que navegó siempre en el poder priista; un oportunista exservidor público quirinista que ofreció impunidad total a cambio de convertirse en candidato; un senador, Rubén Rocha Moya, que advirtió que terminaría su periodo y que brincar del senado a la gubernatura era una ruta priista; el candidato que aseguró en entrevista a nivel nacional que se tendría que coordinar con el narco; el gobernador que desconoció las alianzas con otras fuerzas políticas y no cumplió los compromisos; el gobernador que dejó claro desde el principio de su administración que no existía división de poderes; el gobernador que utilizó congreso y fiscalía en su cruzada por adherir políticamente a la UAS a su coto de poder e ir contra rivales políticos; el gobernador que hizo público el pleito personal que tenía con el exrector Héctor Melesio Cuén y su escabroso asesinato; el gobernador que es señalado en la carta de Ismael El Mayo Zambada de que formaría parte de la reunión donde fue secuestrado, puntualizando: el asunto a tratar en dicha reunión, era menguar el conflicto entre Rocha y Cuén por el control de la Universidad; el gobernador que ahora plantea la promesa de respetar compromisos en su conflicto personal con la UAS; un gobernador que asegura es una exageración que se le recrimine a su gobierno que haya un promedio de siete asesinados, ocho personas desaparecidas y diez vehículos robados diariamente; un gobernador que invita a normalizar la muerte, saqueo, impunidad y desgobierno.

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