Sinaloa, entre la indolencia y la guerra de trincheras
viernes, 4 de octubre de 2024
Sinaloa, entre la indolencia y la guerra de trincheras
 

 

 

Mientras el gobernador Rubén Rocha Moya insiste en que existen condiciones para tomar clases y que la ciudadanía haga su vida normal, la sociedad ha optado por continuar bajo encierro y salir más que a lo indispensable en Culiacán. La guerra entre las facciones de Los Chapitos y Los Mayos, que ya ha durado más de 25 días, está dejando una estela macabra de muertes, desapariciones y tiroteos infernales que mantienen como rehén a la sociedad, mientras el Ejército, Guardia Nacional y corporaciones policiacas parece que están dejando ser a los grupos en pugna para que arreglen sus diferencias por sí solos, quedando al margen del conflicto y enfrentándose más que de manera circunstancial. En este vacío de poder, Rocha Moya ha quedado exhibido y derrotado, como el gobernador que es corresponsable en detonar el conflicto.

 

Por Santiago Rentería.


 

Alrededor de 180 levantones y más de 130 asesinatos se registraron en los primeros 25 días de la guerra entre los hijos de Joaquín Guzmán Loera y de Ismael Zambada García, al tomar como teatro de operaciones la ciudad de Culiacán, sus sindicaturas, y extenderse a puntos como Elota, San Ignacio y Mazatlán.

 

Es la guerra total que mantiene como rehén a la sociedad, atrincherada en una especie de encierro pandémico que está dejando arruinado a gran parte del comercio, con escuelas vacías, sociedad de padres en rebeldía que descreen del discurso del gobernador Rubén Rocha Moya, que ha buscado presionar a través de su secretaria de Educación Pública, Catalina Esparza Navarrete, para que los alumnos llenen las aulas y simulen, como las autoridades, que no pasa nada.

 

En el parte de guerra de este septiembre infausto, cada día se siguen sumando más víctimas, los grupos delincuenciales pasaron de los crudos enfrentamientos a la estrategia de diezmarse atacando a punteros, levantando a supuestos trabajadores de uno u otros grupos, reventando oficinas, buscando a sicarios y delatándose para que las fuerzas armadas detengan a operadores.

 

Y con todo este vendaval de violencia, también se suma la campaña de propaganda de las facciones en las redes sociales, que buscan implantar la idea que uno va ganando la pelea, cuando lo cierto es que quien sigue perdiendo es la ciudadana que se encuentra secuestrada bajo el fuego de las balas.

 

LA CAÍDA DEL PIYI


 

Entre las bajas de estas últimas semanas se encuentra Mario Alexander Gámez Cuevas, alias El Piyi, uno de los pistoleros de Los Chapitos, y quien supuestamente era de los suplentes de Néstor Isidro Pérez Salas, El Nini, extraditado a Estados Unidos en noviembre pasado.

 

El Piyi fue detenido en una operación quirúrgica, sin disparos, del Ejército en un domicilio de dos plantas del fraccionamiento Jardines de Santa Fe, en la zona norte de la capital del estado. Junto con Mario Alexander estaban otros cinco sujetos de su equipo, la Fiscalía General de la República (FGR) dio a conocer que esta célula contaba con armas sofisticadas que fueron decomisadas.

 

El Piyi de inmediato fue trasladado en un avión a la Ciudad de México y de ahí al penal de máxima seguridad de El Altiplano, pero está captura no desbalanceó el conflicto pues se trató solamente de un coronel de tantos que tienen Los Chapitos.

 

MENSAJES MACABROS


 

El 23 de septiembre, la facción Guzmán volvió a sumar otros cinco jóvenes torturados y asesinados colocados a un lado de la carretera Internacional México 15, cerca del Splash Club, a quienes le pusieron un sombrero, señal de que supuestamente las víctimas eran de filiación Zambada.

Estos cinco hombres asesinados se sumaron a los cinco del 15 de septiembre que fueron localizados en el mismo lugar.

 

El 16 de septiembre fue privado de la libertad David Eduardo, hijo de un reconocido periodista que trabajaba como Uber, junto con otros dos jóvenes. Mientras que David fue liberado por sus captores, los otros dos fueron asesinados.

 

Con este suceso se descubrió, mediante videos, que las facciones en conflicto empezaron a usar a choferes de plataforma como punteros, en vista de las bajas que sufren, así como para no tener a motociclistas en las calles.

 

Cientos de conductores de plataformas decidieron ya no volver a las calles a trabajar por temor a ser confundidos, de acuerdo con testimonios.

 

El 16 y 17 de septiembre, en el ejido Guadalupe Victoria, El Atorón, se registró uno de los últimos fuertes enfrentamientos de la guerra, al tomar como frontera entre los bandos esa región de Eldorado, dominada por Los Chapitos, y del otro lado, por Los Mayos.

 

La balacera, según pobladores, comenzó después de las once de la noche y se extendió toda la madrugada, los dos grupos sacaron todo su potencial bélico, al parecer hubo muertos y heridos, pero hasta la mañana siguiente en que los habitantes salieron de sus casas, vieron que había tres camionetas calcinadas y dos baleadas. Algunas casas sufrieron daños, pero no se reportaron bajas civiles inocentes.

 

Según vecinos, el Ejército arribó a la comunidad hasta las cuatro de la tarde, más de diez horas después de haber cesado el enfrentamiento.

 

LA EMBOSCADA EN CLAMONT


 

Pero mientras los grupos dejaban muertos en la periferia de la ciudad y desaparecidos en cualquier sector citadino, llegó la tarde del sábado 21 de septiembre en que un comando aparentemente de Los Mayos acudió a reventar una oficina de Los Chapitos en el Desarrollo Urbano Tres Ríos, en el complejo de departamentos Clamont.

 

De acuerdo con los reportes, primero llegó un grupo armado a atacar a otro atrincherado en el lugar, algunos medios aseguraron que estaba guarecido Humberto Figueroa, alias El 27 o La Perris, quien ya ha sido mencionado en otros momentos desde el inicio del conflicto.

 

El periodista Luis Chaparro aseguró que El 27 logró escapar por una alcantarilla, aunque lo cierto es que no se tiene la certeza de que estuviera en el sitio. Tras el tiroteo inicial entre Chapos y Mayos, arribaron al sitio policías y más adelante militares, detonando un segundo enfrentamiento.

 

Familias quedaron atrapadas en el fuego cruzado, en al menos dos departamentos quedaron marcas de granadazos y un incendio. En medio de la refriega murió Juan Carlos, a quien identificaron como víctima inocente, aunque el gobernador Rubén Rocha Moya, en un inicio, aseguró que murieron “tres delincuentes”.

 

Se dijo también que hubo un detenido, de hecho, en un video se ve cómo un sujeto salta mientras policías municipales están del otro lado de la privada.

 

De estos hechos, que volvieron a convulsionar la capital del estado el sábado por la tarde, quedó una imagen de la esposa de Juan Carlos saliendo de los departamentos con el rostro de terror mientras su bebé es cargada por una agente de la Policía Estatal.

 

Al día siguiente de la declaración de Rocha, que barrió con la dignidad del joven padre de familia al considerarlo delincuente, familiares y amigos de la víctima empezaron a difundir su fotografía y a negar que el muchacho tuviera relación con el crimen organizado.

 

Mientras Culiacán yacía bajo las balas y el miedo, esa tarde el gobernador fue captado en la terminal 2 del aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, para acudir al congreso de MORENA, pero según él declaró en su Semanera siguiente, se regresó a atender la situación.

 

Al respecto, mostró en su conferencia una captura de pantalla del mensaje que le envío a Claudia Sheimbaun, donde avisó que se regresaba a Sinaloa a estar pendiente de los hechos pues “la sociedad está muy sensible”.

 

Sin embargo, Claudia negó un día después que se haya reunido o que fuera a platicar con Rocha Moya, al ser abordada por los medios en Ciudad de México.

 

Al finalizar la tercera semana de la guerra, de acuerdo con fuentes de seguridad, las facciones en conflicto no han llegado a un acuerdo y sus huestes se mantienen con sus principales generales al mando, con decenas de detenidos, pero salvo El Piyi, los demás se tratan de empleados de la estructura baja.

 

En otras palabras, el cártel todavía mantiene potencia de fuego para continuar el asedio, sin que se vea una clara señal de parte de los tres niveles de gobierno de actuar para inhibir la violencia.

 

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