Redes sociales, escaparate del narco y el periodismo del morbo
miércoles, 27 de agosto de 2025
Redes sociales, escaparate del narco y el periodismo del morbo


Las redes sociales han dejado de ser simples espacios de entretenimiento para convertirse en herramientas del crimen organizado y escenarios de un nuevo tipo de periodismo. Mientras influencers son señalados por lavar dinero para el Cártel de Sinaloa y promover estilos de vida ligados al narco, periodistas y comunicadores explotan el tema como un producto mediático rentable. Desde YouTube hasta canales de WhatsApp, la narconarrativa se normaliza, se viraliza y genera millonarios ingresos.


Por David Fuentes M.


Plataformas como Facebook, Instagram, YouTube e incluso canales de WhatsApp han dejado de ser simples espacios de interacción social para convertirse en terrenos donde convergen los intereses del crimen organizado y los del periodismo de alto impacto.


En el caso del narcotráfico, las redes no sólo sirven para lavar dinero o ganar influencia, sino también como escaparate donde se vende un estilo de vida y se construyen narrativas con millones de seguidores.


La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda investiga actualmente a 64 influencers, en su mayoría radicados en Sinaloa, por su presunta relación con el Cártel de Sinaloa.


Según un reportaje del diario Milenio, estos creadores de contenido han sido señalados por permitir que sus perfiles fueran inflados artificialmente a través de bots, granjas de clics y donaciones procedentes del crimen organizado, con el fin de monetizar masivamente mediante contratos de publicidad y vistas pagadas por plataformas como YouTube, Facebook e Instagram.


Este esquema, según las autoridades, es un círculo vicioso de dinero ilegal mediante el cual el cártel impulsa la fama del influencer y este, a cambio, entrega un porcentaje de sus ganancias. El dinero sucio circula, se lava y retorna como inversión para armas, vehículos o sobornos a autoridades.


Entre los casos destacados se encuentra el de Markitos Toys, quien acumula más de 4 millones de suscriptores en YouTube y más de 5 millones en Instagram, quien es señalado por su cercanía con integrantes del Cártel de Sinaloa y el estilo de vida ostentoso que promueve.


EL TEMA NARCO EN EL PERIODISMO


Pero el fenómeno no es exclusivo de influencers o figuras de la farándula digital. El narcotráfico también ha colonizado la narrativa periodística. Muchos comunicadores han encontrado en este tema un tema rentable. Ya sea desde el rigor de la investigación o desde el sensacionalismo, lo cierto es que el narco se ha convertido en un producto periodístico. Nombres como Anabel Hernández, Luis Chaparro, José Luis Montenegro, Jesús Lemus, Ricardo Ravelo u Óscar Balderas han logrado consolidar audiencias masivas a través de sus canales de YouTube, podcasts o reportajes que abordan el crimen organizado desde múltiples perspectivas.


Este periodismo de alto impacto, que explora las entrañas del narcotráfico, no está exento de contradicciones. Por un lado, cumple una función clave del periodismo: informar, denunciar, exponer la colusión entre el crimen y el poder político. Por otro, el morbo que genera la vida de los capos, sus rutinas y enfrentamientos, muchas veces se convierte en espectáculo y contenido viral. El resultado es un tipo de contenido donde la cobertura del narco oscila entre la denuncia y el entretenimiento.


LAS REDES AL MOMENTO


Los canales de WhatsApp han sido una de las vías más recientes y polémicas de difusión. En Culiacán se han convertido en una fuente informal de noticias sobre operativos, balaceras o bloqueos. Sin embargo, la falta de regulación ha permitido que en estos espacios se publiquen datos sin confirmar, imágenes explícitas de violencia y nombres completos de víctimas o agresores, prácticas que van en contra de los estándares periodísticos y que pueden poner vidas en riesgo.


La normalización del narco como fenómeno cultural tampoco es un elemento menor. Las narcotelenovelas, corridos tumbados y hasta memes contribuyen a romantizar una violencia que deja miles de muertos al año. El crimen organizado en México ha dejado de ser sólo una estructura ilegal: hoy también es una marca, un estilo de vida, una narrativa que se viraliza desde el entretenimiento y desde el periodismo sensacionalista. 


Pero, por otro lado, están aquellos periodistas que sí viven en el lugar donde ocurren los hechos violentos y todos los días ponen su vida en peligro al cubrir este tipo de noticias. Para ellos, cubrir temas del narco no es un asunto de viralidad o entretenimiento para las audiencias. Cumplen con una función social vital en uno de los países más peligrosos para ejercer el oficio del periodismo.


La tarea informativa frente al narco no puede quedarse en contar muertos o difundir rumores. Se trata de entender por qué está ocurriendo la violencia, cómo impacta la vida cotidiana en las regiones afectadas y qué intereses económicos y políticos la sostienen.


Mientras tanto, las redes sociales seguirán siendo un campo de batalla donde influencers y periodistas disputan audiencia, atención ydinero.


Al final, lo que está en juego no es sólo la reputación de las plataformas o el prestigio de los comunicadores, sino la salud informativa de una sociedad que consume, cada vez más, una versión distorsionada de la realidad.

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