Morena en Sinaloa: de la esperanza al pragmatismo sin principios
viernes, 27 de junio de 2025
Morena en Sinaloa: de la esperanza al pragmatismo sin principios

 

Morena en Sinaloa nació como un proyecto de esperanza popular, pero diez años después, se ha transformado en un aparato pragmático dominado por los viejos vicios del priismo. De sus fundadores quedan pocos o nulos rastros, y su estructura es hoy manejada desde el poder, sin liderazgo interno ni identidad política firme.


Por David Fuentes M.


Cuando en 2015 Morena logró constituirse formalmente como movimiento político en Sinaloa, la emoción era palpable entre sus fundadores. Luis Guillermo Benítez Torres, entonces presidente estatal, proclamó: “Sinaloa se ha convertido hoy en el escenario histórico del nacimiento de un proyecto auténtico”. La fundación fue ardua: en un primer intento no alcanzaron el quórum necesario, pero el 14 de noviembre de 2015 lograron afiliar a tres mil 624 ciudadanos. Andrés Manuel López Obrador, emocionado, les dijo: “Me rindo ante ustedes”. Eran tiempos de esperanza.


Pero desde el inicio Morena en Sinaloa arrastró fracturas internas. En octubre de 2015, López Obrador tuvo que suspender un mitin en la Torre Académica de Culiacán tras recibir protestas por la designación de Jesús Estrada Ferreiro como promotor estatal. “Fuera Estrada Ferreiro”, le gritaban, acusándolo de pertenecer a la “mafia del poder”. Pese al descontento, AMLO defendió su elección: “Eso que están haciendo le ayuda a Malova, le ayuda a Millán, le ayuda al PRI”, dijo, visiblemente molesto.


El rechazo era sintomático: Morena nacía como un partido de ruptura, pero no lograba unificar criterios sobre quién merecía encabezar ese cambio. Y los resultados lo confirmaron: en las elecciones estatales de 2016, Estrada Ferreiro fue el menos votado, con apenas 3.89 por ciento, mientras Quirino Ordaz arrasaba con 41.7 por ciento.


LOS TIEMPOS DE AMLO


Cinco años después, ya con López Obrador como presidente, Morena Sinaloa vivió su mayor oportunidad: las elecciones de 2021. El contexto era radicalmente distinto: el partido ya era gobierno federal y la popularidad del presidente generaba votos. Aun así, la selección del candidato a la gubernatura provocó otra grieta. Los fundadores del morenismo local, como el Químico Benítez y el propio Estrada Ferreiro, buscaron la candidatura, incluso, el hoy defenestrado Vargas Landeros, también buscó la gubernatura, curiosamente los tres presentan juicios penales en su contra. Pero el elegido fue Rubén Rocha Moya, un viejo conocido de los gobernadores del PRI, con quienes trabajó y con quienes sus hijos hicieron millonarios negocios. 


Aunque Rocha ganó la gubernatura, lo hizo gracias a la maquinaria del Partido Sinaloense (PAS), no a la estructura de Morena, que seguía siendo débil y dependiente de la figura presidencial. Como en 2015, en las elecciones de 2021 Morena Sinaloa seguía siendo un barco sin rumbo, con liderazgos desplazados y sin identidad clara.


Lo que vino después fue una transformación aún más cruda: Morena comenzó a ser invadido por expriistas. Con un pragmatismo descarnado, Rocha impuso a figuras ampliamente cuestionadas del viejo régimen. Jesús Valdés, Ricardo Madrid, Feliciano Valle, Fernando Pucheta, Gloria Himelda Félix y hasta Faustino Hernández, todos con historia priista, fueron integrados con “bombo y platillo”.


El mensaje era claro: no importan los principios, sino la utilidad electoral. Y mientras tanto, la dirigencia formal del partido era ignorada. Merary Villegas, otra de las fundadoras de Morena en el estado, fue ninguneada por Rocha Moya. En una de sus semaneras, el gobernador descalificó el rechazo que ella había expresado hacia los militantes del PRI recién integrados a Morena: “Tienen sus derechos a salvo en Morena”, dijo Rocha, en un claro acto de autoritarismo que desdibujó aún más la figura de la ahora ex dirigente estatal.


Merary Villegas, que años atrás se oponía abiertamente a la entrada de personajes como Gerardo Vargas Landeros, terminó posando abrazada con él. El pragmatismo venció a los principios, y las alianzas que antes eran impensables terminaron siendo la norma.


Ahora, para las elecciones que se preparan para 2029, dos aspirantes sobresalen por su cercanía con los dos “grandes electores”: Imelda Castro, quien cuenta con el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum, y Enrique Inzunza, quien es el favorito del gobernador.


Morena en Sinaloa, aquel proyecto de transformación, se ha convertido en un partido amafiado, sin identidad, sin estructura y controlado desde el “tercer piso”. Las decisiones ya no se toman por las bases ni por sus fundadores: se deciden por un solo hombre.

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