El sábado pasado el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, recibió de manos de Andrés Manuel López Beltrán, su credencial de reafiliación a Morena, López Beltrán, llegó a la casa del mandatario a llevar, seguramente, el mensaje del papá junto con la credencial que ambos orgullosamente postearon en redes sociales.

La visita del cachorro del expresidente AMLO, se da en tres contextos: el de la afiliación nacional del movimiento a ciudadanos afines; en medio de cuestionamientos de gran parte de la población en Sinaloa que exigen la renuncia de Rocha Moya debido a la violencia imparable que azota Culiacán y la zona sur del estado, colusión y desgobierno que ha permitido la escalada de dicha violencia y, el tercer punto, los señalamientos de tráfico de influencias y corrupción que se ha documentado periodísticamente con documentos y audios de llamadas que ponen a Andy López Beltrán como la cabeza principal del bautizado “clan de los López Beltrán”.

López Beltrán convertido en el heredero político de su padre, es el dueño y señor del movimiento convertido en partido, la meta es afiliar a más de diez millones de ciudadanos a Morena. El amigo íntimo de Andy, Amílcar Olán y otros parientes de los López Beltrán tuvieron negocios millonarios en el gobierno de López Obrador, con ventas de medicina, balastro en el Tren Maya, en la refinería de Dos Bocas y en un sinfín de negocios que abarcan el gobierno de Claudia Sheinbaum; se ha documentado que el clan de Andy ha tenido ganancias que rebasan los 30 mil millones de pesos tan sólo en algunas áreas.

En ese contexto se da la visita que tuvo en su casa, Rubén Rocha Moya, del hijo del ex presidente; puede haber otras interpretaciones mientras el país, incluyendo Sinaloa, se desangra. El cinismo ha representado de cuerpo entero las políticas de la llamada cuarta transformación y este, al igual que la violencia y el desgobierno, parece no tener fin.