La tensa relación entre el presidente Donald Trump y el magnate Elon Musk alcanzó un nuevo punto crítico esta semana, provocando consecuencias inmediatas en los mercados. Este martes, las acciones de Tesla cayeron cerca de un 6 %, en medio de una creciente confrontación verbal entre ambos personajes sobre la nueva propuesta de ley fiscal y de gasto que divide al Congreso.

El enfrentamiento no solo exhibe una pugna de egos, sino también una lucha por el futuro del modelo económico estadounidense. Musk, CEO de Tesla y SpaceX, advirtió que el proyecto de ley impulsado por los republicanos sería un "suicidio político" para el partido. Incluso fue más allá: amenazó con formar un nuevo partido político si se aprueba la legislación.

El multimillonario afirma que la medida podría eliminar empleos e impedir el crecimiento de industrias emergentes, especialmente aquellas vinculadas a la energía limpia y la innovación tecnológica —sectores donde sus empresas son líderes.

Mientras tanto, Trump ha intensificado su discurso contra Musk desde Truth Social y ante medios en la Casa Blanca. Ridiculizó las preocupaciones del empresario, insinuó que podría perder sus subsidios y, en tono provocador, advirtió con soltar a “DOGE”, un supuesto departamento de vigilancia gubernamental, para “comerse a Elon”.

Aunque Musk intentó mantener un perfil moderado en su respuesta pública, sus publicaciones en X dejaron claro que no piensa retroceder, criticando nuevamente a los republicanos por su giro contra la tecnología limpia.

Más allá del espectáculo mediático, los efectos ya son palpables: las acciones de Tesla han caído más del 20 % en lo que va del año. Analistas advierten que esta telenovela política está afectando seriamente la confianza de los inversores. Según Dan Ives, de Wedbush Securities, “la incertidumbre regulatoria y el posible castigo del gobierno a Tesla o SpaceX son una bomba de tiempo para los mercados”.

El choque entre Musk y Trump también revela un problema estructural: la fragilidad de un modelo económico dependiente de figuras multimillonarias enfrentadas al vaivén político. Cuando las decisiones públicas se convierten en amenazas personales y los intereses del Estado se entrelazan con los del capital privado, el resultado es una peligrosa inestabilidad.

Mientras el Senado debate la ley, el país observa con desconcierto cómo dos de los hombres más poderosos de EE. UU. convierten la política fiscal en un campo de batalla personal.