TRIÁNGULO DORADO: La Buchona Viuda
sábado, 15 de agosto de 2020
TRIÁNGULO DORADO: La Buchona Viuda
 

El niño intentaba detenerse frente a una tienda de juguetes. Cindy, impaciente, lo jaloneaba para que siguiera caminando. Llevaba unos tacones altos, un vestido entallado y muchas alhajas. Miguel la vio desde el interior de una tienda del Forum. La reconoció al instante: a pesar de las capas de maquillaje y de las marcas caras era posible reconocer a la Cindy que había sido su novia durante tanto tiempo.

 

Antes no usaba tacones. Siempre iba con tenis. Casi nunca faldas ni vestidos: jeans y blusas de colores. Y de alhajas, nada, si acaso una pulsera. Cuando la conoció le gustó por inteligente y alegre. Y así fue durante cuatro años. Un noviazgo feliz que, pensaba Miguel, estaba destinado a terminar en boda.

 

Pero una noche, en un antro, Cindy conoció a un tipo que la deslumbró. Según le contaron a Miguel, el tipo le mandó una botella de Buchanan´s. En un principio, la hermana a la que Cindy acompañaba pensó que era para ella, pero el mesero le dijo que no, que la botella se la mandaba el bato de aquella mesa –apuntando con el dedo- a la muchacha de cabello negro. Fue la hermana quien abrió la botella y preparó un par de tragos que Cindy bebió a sorbos, despacio, porque nunca había probado el whisky.

 

Al poco rato, el tipo se acercó a la mesa de las hermanas y se sentó sin que lo invitaran. Llevaba un blazer negro, una camisa blanca desabotonada hasta el pecho, en la muñeca un Rolex y en los dedos varios anillos. Empezó a hablar con Cindy. A Miguel no le supieron contar de qué hablaron, pero sí le dijeron que Cindy se reía todo el tiempo, que el tipo pronto puso la mano derecha sobre el hombro de ella y que salieron juntos a las dos de la madrugada.

 

Eso se lo contaron a Miguel cuando Cindy ya había terminado la relación. Ya no quiero estar contigo: fue su única explicación. Pero él no se dio por satisfecho. La fue a buscar varias veces a su casa. Nunca la encontraba. Su hermana le recomendaba que mejor ya no insistiera porque Cindy estaba saliendo con un “pesado”. ¿Un pesado? Sí, hijo de alguien poderoso. ¿Un narco? No exactamente, alguien del gobierno. Cindy dejó de ir a clases. Tampoco volvió a los cafés donde Miguel y ella se podían pasar toda la tarde platicando y escuchando música.

 

Una noche que ya no podía más con la desesperación, agarró su bicicleta y se dirigió a la casa de su ex. Llegó con la camisa empapada y la frente bañada en sudor. Le sorprendió ver una Land Rover negra estacionada en la cochera. Tocó a la puerta y abrió la hermana. Lo intentó detener: no te conviene, no seas tonto, lárgate de aquí. Pero Miguel entró a la fuerza y lo primero que vió fue a Cindy sentada en las piernas del hombre que había conocido en el antro. Se le revolvió el estómago. Se dejó ir contra él y le alcanzó a dar un golpe en la cara antes de que los padres de Cindy lo sujetaran y lo sacaran a empujones de la casa con una advertencia: no sabes el pedo en el que te acabas de meter. Miguel se subió a la bicicleta y se fue a la casa de un amigo al que le pidió permiso para quedarse esa noche.

 

Cuando regresó a la universidad ya lo esperaban tres tipos que ni siquiera lo dejaron entrar. Lo subieron al asiento trasero de una camioneta donde lo empezaron a golpear con la culata de una pistola. Lo aventaron por el rumbo del Ranchito. Ni siquiera se pudo levantar. Alguien llamó a la Cruz Roja. Estuvo más de un mes tirado en una cama. Durante todo ese tiempo, Miguel esperó una llamada de Cindy, una sola llamada en donde le preguntara cómo estaba. Pero simplemente desapareció.


Tiempo después se enteró de que se había ido a vivir con el hijo del funcionario, que ahora andaba en una Explorer, que se iba de compras a San Diego y que se había sometido a dos cirugías plásticas.

 

Pero sucedió que un día mataron al hijo del funcionario. Unos dijeron que se trató de una venganza contra el padre. Otros que el junior se la debía a muchos hasta que alguien se la cobró. Que le quiso bajar la mujer a alguien importante. Que era prestanombres de un narco al que le hizo fraude. Se dijeron muchas cosas.

 

Y Miguel no volvió a saber nada de Cindy hasta que la vio en el centro comercial, viuda rica con un niño de unos cuatro años, caminando como diva entre las tiendas, abriéndose paso con su mirada soberbia, con las joyas que adornaban su cuello y con dos enormes, redondos y altaneros senos que le había puesto un cirujano de Guadalajara.

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