Los capos que pidieron perdón para reducir sus sentencias
jueves, 12 de marzo de 2020
Los capos que pidieron perdón para reducir sus sentencias
 

El cielo, dice el Nuevo Testamento, es de los arrepentidos, y en el mundo del narcotráfico hay varios personajes que, para librar una sentencia de por vida, han recurrido a la delación, a la entrega de información clave sobre socios y compadres como forma de contrición; al perdón como último recurso de salvamento del infierno de las cárceles americanas: Dámaso López Núñez es uno de los más recientes acólitos del “Cártel de Los Arrepentidos”. Ahora se dice arrepentido y con ganas de ayudar “a las víctimas del narcotráfico” en México. Ha dicho que se equivocó de mundo, que el crimen organizado nunca fue para él y que lo único que quiere es recuperar a su familia. Lo anterior forma parte de las primeras declaraciones de
El Licenciado mientras se encuentra en una prisión de Virginia, en espera de que el juez de Distrito Thomas Ellis otorgue una sentencia más cómoda, de unos cuantos años, por sus contribuciones al gobierno gringo durante el juicio del Chapo Guzmán, su compadre, y próximamente en el caso del ex secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón Hinojosa, Genaro García Castro, señalado de recibir millones de dólares del Cártel de Sinaloa.

 

 

Redacción De Primera Noticias

 

 

A principios de febrero, Dámaso López Núñez se unió a la legión de los capos arrepentidos, al enviar una carta al diario Milenio en la que no sólo rechaza aquella vida de criminal confeso, sino que acepta que sus acciones dañaron a mucha gente, sobre todo a su familia, por lo que “de todo corazón” espera ayudar a salvar a las víctimas del narco en México.

 

 

Fue el 11 de febrero cuando El Licenciado, en espera de una sentencia que le quite la carga de la cadena perpetua por ser uno de los testigos estelares en el juicio contra su compadre Chapo, “abrió” sus sentimientos a la opinión pública al responder un cuestionario entregado por el periodista Víctor Hugo Michel.

 

 

“Me arrepiento de las decisiones que tomé. Estoy pagando por mis errores y es por el daño que le hice a mi familia. Eso (el narco) no era para mí. Lamentablemente ya no me pude salir”, escribió.

 

 

Redactadas con sumo cuidado, como si lo hubiera hecho una agencia de relaciones públicas, El Licenciado además recurrió a los lugares comunes para todo aquel que busca la redención: “Soy una persona que ha dejado atrás la peor experiencia de su vida”.

 

 

“¿Qué sigue para usted?”, le preguntó el periodista.

 

 

“Recuperar a mi familia, a mis amigos. Y quiero de todo corazón aportar experiencias para salvar a nuevas generaciones que pudieran ser víctimas de este problema (el narco).”

 

 

Al ser cuestionado sobre la corrupción en el país, López Núñez, abogado, al fin y al cabo, respondió:

 

 

“El verdadero problema de México es el incremento de la corrupción y por causa de esta la ingobernabilidad y quienes sufren las consecuencias no solamente son los ciudadanos de bien, sino personas que se han visto atrapadas por acciones del narcotráfico. A México le urge combatir realmente la corrupción con hechos y no sólo con discursos políticos, pues la corrupción es la madre de todos los problemas que padece México”.

 

 

“¿Pide perdón?”, se le cuestionó.

 

 

“Al pueblo de México le pido una disculpa por el daño que pude haberles causado, lo mismo de manera especial a mi familia”.

 

 

Al presidente Andrés Manuel López Obrador le mandó el mensaje: “Usted puede ser el héroe que México esperaba. Sólo que para lograrlo tiene que hacer acciones que incomoden a muchos y olvidarse por un tiempo de los aplausos y cambiarlos por la mano firme en estrategias de fondo que ayuden a solucionar los problemas del país. Creo que vale la pena sembrar la semilla para construir el México que necesitamos para nuestras familias”.

 

 

De acuerdo con Milenio, López Núñez no quiso responder a otras preguntas debido a que tenían que ver con el actual proceso que lleva y además se encuentra en pláticas para conseguir una reducción de sentencia. Además, como parte de esa negociación, El Licenciado podría volver al banquillo de los testigos especiales para comparecer en el caso de García Luna.

 

 

Justo antes de que este documento se diera a conocer, el 8 de febrero el juicio en contra de Dámaso López quedó sellado por el juez de Distrito Thomas Ellis, debido a que tanto los abogados del oriundo de Eldorado como los fiscales de Distrito comenzaron a negociar la reducción de la sentencia.

 

 

El Licenciado se declaró culpable de los cargos de narcotráfico y lavado de dinero, y el 30 de octubre de 2018, días antes de que diera inicio el juicio contra El Chapo Guzmán en Nueva York, en el que participó junto con otros “arrepentidos” del Cártel de Sinaloa como testigos de cargo para que el gobierno de Estados Unidos condenara a cadena Perpetua al capo de La Tuna, Badiraguato.

 

 

 

La pasarela de “arrepentidos”

 

 

El Licenciado no es el primer narco que negocia una condena más baja para librar la cárcel en Estados Unidos. Si en algo es especialista la justicia gringa, es en forjar acuerdos con los señores del narco, que en México dejaron una estela de sangre y desapariciones, y que en territorio gringo pueden salvarse demostrando penitencia en las sucursales del infierno de las cárceles de seguridad.

 

 

Es la estrategia que lleva a cabo, sin variación alguna, las cortes americanas, en donde nunca se ventilan sentencias por los crímenes atribuidos a los cárteles de la droga mexicanos y donde una especie de contrición se celebra para allanarles el camino hacia la libertad.

 

 

Al final, una vez libres, no se sabe si de algo sirvió ese discurso de arrepentimiento. Al menos para combatir el tráfico de armas, de drogas y los crímenes no. Desde 2019 a la fecha más de 38 mil personas han sido asesinadas en el país, y otros miles han sido reportadas como desaparecidas.

 

 

Sin embargo, mientras que el Departamento de Justicia consigue acelerar las extradiciones de narcos y siguen dándoles sentencias cómodas en las miras de que aporten información, el juego de poderes criminales continúa, convirtiendo a lucha contra las drogas en una monumental pantomima, en donde sólo los muertos y el sufrimiento son reales.

 

 

Del clan de los Zambada, por lo menos públicamente hay tres que pertenecen al “Cártel de los Arrepentidos”. Se trata de Vicente Zambada Niebla, El Vicencillo, Reynaldo Zambada García, El Rey, y Serafín Zambada Ortiz, el Sera.

 

 

Los tres pasaron por las cortes federales estadounidenses en diferentes momentos. Los tres ofrecieron, a cambio de conseguir librar en pocos años la prisión, sus valiosos testimonios para que el sistema judicial gringo encause a otros que resultan ser cómplices de más cómplices que nunca tocan el verdadero estatus quo.

 

 

En mayo de 2019, los abogados del Vicentillo comparecieron ante la Corte Federal del Distrito del Este de Chicago. Ya llevaban su discurso planeado. Él, el hijo del Mayo, nunca quiso entrar en la vida criminal, todo fue circunstancial.

 

 

“Zambada nunca tuvo interés en formar parte del negocio de las drogas en un principio, sin embargo, al ser su entorno natural nunca pudo escapar de ellas”, dijo uno de los defensores.

 

 

Para alejarse del mundo del crimen en el que se deslizaba su padre El Mayo, El Vicentillo —según los abogados— intentó huir con su familia a otras latitudes del globo.

 

 

“Se trasladó a España y luego a Canadá con su familia en un intento de escapar del mundo en el que había nacido y la violencia que manaba de él”, se lee en el documento entregado a la Corte Federal.

 

 

Sin embargo, el temor de que pudiera ser blanco de las bandas criminales enemigas del Cártel de Sinaloa hizo que volviera una y otra vez al seno y protección de su padre El Mayo, en donde poco a poco comenzó a enterarse del negocio y a formar parte de él.

 

 

“Cada vez el temor de la imposición de la violencia sobre él y su familia, incluso en lugares lejos de México, lo llevó de nuevo a la protección que proporcionada la organización de su padre”.

 

 

Incluso, El Vicentillo relató como desde adolescente la gente de Los Arellano Félix intentó matarlo en por lo menos dos ocasiones, una cuando se encontraba viviendo en Tijuana siendo menor de edad. El automóvil en donde viajaba fue atacado a balazos, pero por fortuna resultó ileso.

 

 

Después de esto su padre lo regresó a Culiacán y años más tarde, cuando la guerra con los Arellano arreció, intentaron atentar contra él y su esposa Cintia Borboa. Sin embargo, el dolor familiar que más pasó fue la muerte de su hijo Ismael en un accidente de motocicleta ocurrido por el rumbo de La Campana, al norte de Culiacán.

 

 

Tras este deceso, al poco tiempo, el gobierno estadounidense emite una orden de captura que se tradujo en la petición de extradición por traficar ingentes cantidades de drogas junto con el Cártel de Sinaloa. Mandamiento judicial que se complementó en 2009, luego de su arresto en la Ciudad de México, horas después de entrevistarse con dos agentes de la DEA en el Hotel Sheraton del Paseo de la Reforma. El Vicentillo buscaba una salida del mundo criminal.

 

 

El hermano, el tío y el amigo

 

 

Además de El Vicentillo, también Serafín Zambada declaró ante la Corte Federal de San Diego, California, que estaba arrepentido de sus delitos y además calificó su vida como “vivir en una jaula de oro”, ya que desde que era niño estuvo condenado a vivir al ritmo de la vida criminal de su padre, quien solía mover de un lado a otro a la familia para darle protección.

 

 

Sin embargo, a diferencia de El Rey Zambada y de El Vicentillo, Serafín no participó como testigo en ninguno de los juicios sumarios que se han hecho contra el Cártel de Sinaloa.

 

 

Lo mismo sucedió con José Rodrigo Aréchiga Gamboa, El Chino Ántrax, quien también afirmó que se arrepentía de su vida criminal y que una vez que recuperara su libertad pensaba dedicarse al negocio inmobiliario e incluso a decoración de interiores.

 

 

Serafín Zambada ha sido el primer hijo del Mayo Zambada en recuperar la libertad. En septiembre de 2018 cumplió con su sentencia de cinco años, la cual fue poca debido a que los delitos de los que se le acusó —y aceptó— no eran graves, apenas por tráfico de cinco kilos o menos de cocaína.

 

 

En cambio, El Chino ántrax se espera que salga de uno a dos años más. El Vicentillo también al conseguir evadir la cadena perpetua y colaborar entregadamente con Estados Unidos, se le dio una sentencia menor, la cual concluirá en abril de 2022, es decir, en dos año más.

 

 

Recientemente se dio a conocer que tanto El Rey Zambada como la ex diputada panista de Cosalá, Lucero Sánchez, fueron liberados por colaborar con el gobierno gringo, sin embargo, esta información fue desmentida. O por lo menos no se ha aclarado de manera oficial si ya pisan las calles o todavía están a la espera de que se les resuelva sus casos.

 

 

El Mini Lic se unió a la lista

 

 

La lista de los “arrepentidos” se amplía con Dámaso López Serrano, El Mini Lic, hijo de El Licenciado. También al igual que su padre comenzó un lado de imagen colaborando con la justicia norteamericana y además mandando muestras de que no fue corresponsable de los homicidios en Sinaloa.

 

 

Los que no quisieron

 

 

Pero en el mundo del crimen hay quienes no han confesado ni se han acogido a los programas de testigos protegidos. Uno de los más emblemáticos es Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, que rechazó hacer tratos con los fiscales y se limitó a aceptar, hasta el momento, la sentencia de cadena perpetua que recibió desde 2015.

 

 

Contrario a otros capos, el menor de los Beltrán Leyva no ha solicitado tampoco acuerdos que permitan salir en pocos años. El Trébol, cuñado de Alfredo Guzmán Salazar, tampoco solicitó un acuerdo al juez de Distrito de Chicago, y fue sentenciado a 27 años de prisión.

 

 

A este grupo de capos que no confesaron, además del Chapo Guzmán, también está Manuel Fernández Valencia, El Animal, quien también recibió de sentencia 27 años de cárcel.

 

 

Además de ellos, existen otros narcos sinaloenses que se encuentran purgando sentencias sin lograr un trato que los salve de los muros de una prisión estadounidense.

 

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