La justicia nunca alcanzó al jefe de la Policía Ministerial
sábado, 30 de mayo de 2020
La justicia nunca alcanzó al jefe de la Policía Ministerial
  


Tras su retiro, el ex jefe de la Policía Ministerial del Estado, Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, empezó una rigurosa rutina de ejercicio; en Culiacán, por las mañanas, podía vérsele en un gimnasio por el rumbo de Barrancos o trotando cerca de la Feria Ganadera, por donde se asentó. Nunca usaba escoltas pues nadie lo buscaba para hacerle daño. Para nadie era un secreto que Chuy Toño consiguió lo que pocos mandos policiacos: entregar cuentas claras al crimen organizado al grado de que su jubilación fue un retiro también de la vida crápula que llevó. De manera inesperada, el sábado 9 de mayo, en el pico más alto de la epidemia de Covid-19, el “superpolicía” de MALOVA murió en un hospital de Mazatlán. En vida siempre dijo que las balas no lo alcanzarían, pero no contaba con que el temible coronavirus paralizara sus pulmones y su corazón aquella noche de la víspera del Día de las Madres.

 

 

Redacción De Primera Noticias

 

 

Eran cerca de las 11 de la noche del sábado 9 de mayo cuando el personal médico del Hospital General de Mazatlán registró la hora de la muerte de quien fuera el temible jefe de la Policía Ministerial del Estado de Sinaloa durante los sexenios de Juan S. Millán Lizárraga y Mario López Valdez.

 

Jesús Antonio Aguilar Íñiguez había sido ingresado de urgencia al nosocomio en el transcurso de la semana, cuando comenzó a presentar síntomas del Covid-19: falta de respiración e intensas fiebres. Aun así, esos primeros días todavía estaba consciente y desde su cama se comunicaba habitualmente con sus familiares y amigos, entre ellos el ex gobernador Mario López Valdez y el ex secretario General de Gobierno, Gerardo Vargas Landeros, quien lo mantenía cercano ahora que formó el nuevo partido Redes Sociales Progresistas.

 

Chuy Toño, de hecho, estaba considerado por Vargas Landeros para continuar en su equipo de trabajo, de avanzar en sus ambiciones por ocupar nuevos cargos públicos ahora de la mano de Elba Esther Gordillo, la artífice de este partido que surge de las cenizas de Nueva Alianza.

 

Pero la pronta muerte provocada por el coronavirus, que no ha respetado a las personas mayores de 50 años, le toco al ex mando policiaco, controvertido hasta en su muerte, pues nadie lo esperaba. Quien fuera el policía más poderoso en la administración de MALOVA, fue despedido sin los funerales suntuosos, ni menos homenajes. Su familia cremó sus restos y guardó un luto discreto mientras pasa la pandemia, pues por reglamento están prohibidos las pompas fúnebres a quienes fallecen de Covid-19.

 

De su muerte se puede decir poco, pero de su vida, es imposible no recordar su largo historial, que a menudo se confunde la leyenda negra que el ex mando policial siempre alimentó, con su figura rechoncha, su acento costeño de Escuinapa y su propensión a las groserías.

 

 

El ascenso malovista

 

 

Polémico desde siempre, Chuy Toño llegó de manera sigilosa al gobierno de Mario López Valdez en enero de 2011. Aunque siempre lo negó, fue una recomendación del ex gobernador Antonio Toledo Corro, en cuyas empresas Aguilar Íñiguez se desenvolvió como jefe de seguridad.

 

“¿Qué te parece Chuy Toño para la Ministerial?”, le preguntaba MALOVA a diversos colaboradores justo antes de tomar la gubernatura. Más de alguno le dijo que era una pésima idea, debido a su negro historial, pero contra pronóstico, López Valdez se sostuvo en apoyarlo.

 

“Necesitamos gente como él, que le entre duro”, argumentaba. “Eso sí, si quieres a un criminal en tu gobierno”, le dijo un perredista en aquella época.

 

En enero en que tomó el poder en Sinaloa, MALOVA mandó a Chuy Toño a realizar el examen de control de confianza; le tocó en el Centro de Control de Confianza de Policía Federal, en donde resultó no apto para el puesto.

 

Debido a este detalle, Aguilar Íñiguez no ascendió a director de la Ministerial; en cambio, Vargas Landeros lo adoptó como “asesor” en seguridad, pero fue en marzo de ese mismo año en que al comandante lo vieron unos periodistas dando órdenes a diestra y siniestra en las afueras de la Delegación de la PGR. Andaba con una pistola fajada y los ministeriales parecían obedecerles.

 

Al reventar la noticia del “retorno de Chuy Toño”, MALOVA lo defendió “a capa y espada” y fue cuando soltó aquella frase que quedó para la historia: “No con blancas palomas combatiremos el crimen”. Ese crimen que había dejado por lo menos seis policías masacrados en la emboscada de Guasave. 

 

Tan pronto se descubrió, de nueva cuenta Aguilar Iñiguez visitó el polígrafo, esta vez al Centro de Evaluación de la PGR en Ciudad de México. También volvió a reprobar. Sin lograr aprobar ningún examen de confianza, el gobierno de MALOVA decidió darle la Dirección de la Ministerial, arguyendo “los buenos resultados que daba el comandante”, siendo una engañifa discursiva puesto que el sexenio malovista fue uno de los más violentos en la historia de Sinaloa, superando al de su antecesor Jesús Aguilar Padilla.

 

Con números en la mano, Chuy Toño nunca pudo calmar la violencia en Sinaloa, pero sí logró evitar que el Cártel de Los Zetas, el de Juárez y el de los Beltrán Leyva asociados, lograran penetrar el cordón de seguridad impuesto por el Cártel de Sinaloa.

 

Muy pronto en la administración malovista, surgieron visos de que el gobierno se ladeaba con un bando, pues los únicos que recibían la embestida de Chuy Toño eran los enemigos de Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada García: Chapos Isidros, Beltranes, Zetas, entre otros.

 

En Los Mochis, sus huestes policiacas vencieron a Los Mazatlecos y limpiaron El Fuerte a sangre y plomo. En Guasave y Sinaloa de Leyva, la revuelta nunca pudo contra Fausto Isidro Flores Meza, El Chapo Isidro, quien fue la “bestia negra” del malovismo, el narco que su gobierno no pudo doblegar y que le hizo frente de manera frontal.

 

Incluso, se sospecha que por órdenes del Chapo Isidro se filtraron conversaciones telefónicas grabadas de manera clandestina. En ellas aparecieron MALOVA, su procurador Marco Antonio Higuera Gómez, su secretario de Seguridad Pública, Genaro García Castro, el mismo Chuy Toño y uno de sus arietes en la zona norte: el temible y extinto Jesús Carrasco Ruiz, quien fue señalado de proteger los intereses del Cártel de Sinaloa y atacar y desaparecer a personas vinculadas con los Beltrán Leyva.

 

Chuy Toño, contra todo, sobrevivió a esa guerra declarada. No así dos de sus hombres cercanos: el propio Carrasco Ruiz, ejecutado en septiembre de 2018 en la Facultad de Derecho de la UAS, campus Culiacán, y Gerardo Amarillas Gastélum, nombrado director de Seguridad Pública de Ahome por Aguilar Íñiguez.

 

Se podría decir que, durante todo el sexenio de Mario López Valdez, Chuy Toño orientó sus huestes en abatir a los Mazatlecos, rama de los Beltrán Leyva, y en cierto sentido las investigaciones de los asesinatos de los dos ex comandantes que pasaron por Los Mochis, fueron relacionadas con “ajustes de cuentas” de los Isidros.

 

Diversas investigaciones por parte de la Comisión Estatal de Derechos Humanos documentaron cómo los hombres de Chuy Toño torturaban, vejaban y hasta incriminaban a presuntos culpables con tal de tener chivos expiatorios.

 

Prueba de ellos fueron los casos de Yesenia Armenta Graciano, a quien le imputaron la muerte de su esposo, Jesús Alfredo Cuén Ojeda, la cual salió en libertad al comprobarse en los tribunales que fue torturada y violada por los agentes investigadores.

 

Casos similares fueron de detenidos y vinculados con Los Mazatlecos. Incluso esa guerra entre la Ministerial y esa célula de narcomenudista dejaron decenas de desaparecidos en la zona norte. Hasta la fecha, todos estos crímenes nunca han sido aclarados ni castigados.?

 

 

La megapensión

 

 

Meses después de la detención de Joaquín El Chapo Guzmán en Mazatlán, salió a relucir que el líder del Cártel de Sinaloa se había afincado en Culiacán gracias a la protección gubernamental que recibía.

 

Chuy Toño supo librar bien el temporal y las reyertas con los hijos del capo. Para la segunda captura en Los Mochis, en enero de 2016, Aguilar Íñiguez ya pensaba en su jubilación. A muchos de sus colaboradores les contaba que “ya mero” entregaba papeles para los trámites.

 

La guerra entre Los Chapitos y el clan de Los Dámaso fue una que ya no deseaba: tenía intereses de uno y otro bando, aunque su carta fuerte siempre fue don Ismael Zambada. Como buen barco en medio de la tormenta, el comandante supo navegar por aguas escabrosas: dejaba ser a los muchachos (“no te metas en problemas”, solía decirles a sus colaboradores con su típico acento costeño), se mantenía al margen de pleitos ajenos en los que sabía que podía perder, no se inclinó a favor de ningún ala en disputa.

 

Dámaso le recordó que tenía promesas que cumplir, pero Chuy Toño sólo pensaba en la jubilación que, hacia fines de 2016, ya el Congreso del Estado daba trámite. En casi seis años, contaba a sus cercanos, había aguantado de todo: periodicazos tras periodicazo, guerras y más guerras, pero ahora sí, él ya quería jubilarse.

Y con la bendición de MALOVA y su gabinete de seguridad en pleno, representado por Gerardo Vargas Landeros, Aguilar Íñiguez se pensionó con 50 mil pesos mensuales. En diciembre de 2016 en que el Poder Legislativo votó a su favor, tras cumplir con 25 años de servicio, fue el final de una era.

 

Hubo quien pensó que el rencor de las balas lo alcanzarían tarde o temprano. Todos los pronósticos fallaron. No fueron las balas, la “peste china” se encargó de él.

 

 

Su nombre en el Gran Juicio

 

 

Cuando la guerra por fin terminó con la captura de Dámaso López Núñez en mayo de 2017, se creyó por un momento que su nombre, ese apodo tan pueblerino, ya no figuraría más en la lista de los jefes corruptos, pero en enero de 2019, durante el juicio contra Joaquín Guzmán Loera, Vicente Zambada Niebla y una vieja carta olvidada lo volvieron a poner en el escaparate público.

 

El 4 de enero del año pasado, El Vicentillo declaró con todas sus letras que el comandante de la Policía Ministerial del Estado, Jesús Antonio Aguilar Íñiguez “lo puso su papá” pues eran viejos amigos.

 

Señaló que Chuy Toño ayudaba a su padre colocando a comandantes afines en las zonas donde El Mayo se movía: las sindicaturas de El Salado, Costa Rica, Eldorado y la Cruz de Elota.

 

Sin embargo, no explicó si el puesto se lo encargó cuando fue gobernador MALOVA o Juan Millán. En su primer sexenio, Chuy Toño ocupó la silla de la Ministerial de 2000 al 2005, año en que su renuncia fue forzada tras destaparse la cloaca con el asesinato de Rodolfo Carrillo Fuentes, El Niño de Oro, y su esposa Giovana Quevedo, a la salida de la Plaza Cinépolis, a donde había ido la tarde del 11 de septiembre de 2004, con el comandante Pedro Pérez, su jefe de escoltas.

 

De ese episodio de colusión, Aguilar Íñiguez siempre se deslindó diciendo que él no era responsable de lo que sus subordinados hicieran. Pero la SIEDO no se lo creyó, al grado de que le fincó los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

 

A él y a su plana mayor, desde el subdirector Martiniano Vizcarra Burgos, padre de uno de los fundadores de Los Ántrax, hasta su director de Investigaciones, Reynaldo Zamora Gaxiola, les libraron órdenes de aprehensión, que cada uno fue combatiendo con amparos en los tribunales de los que salieron bien librados.

 

Por la acusación de El Vicentillo, Chuy Toño no salió a defenderse. Continuó con sus rutinas de ejercicio por el rumbo de Barrancos. Veinte días después, durante la comparecencia de Dámaso López en el juicio en Nueva York, salió a relucir una carta que el Chapo le mandó a su compadre El Licenciado.

 

En ella se leía de manera textual, el Chapo diciéndole a su compadre Dámaso:

 

“Le escribí a mi comadre, la del Casino, la esposa de Don Pedro, y le dije que le pidiera a Don Pedro que se asegure de que Chuy Toño los respeta a todos. Y ella inmediatamente habló con Don Pedro y le dio órdenes a Chuy Toño, para que se comportara como debía. Para cualquier cosa que tenga que ver con Chuy Toño, hable inmediatamente con mi comadre en mi nombre y ella resolverá cualquier problema.”

 

Por estos testimoniales vertidos en el juicio contra el Chapo, a Chuy Toño ya no se le pidió cuentas.

 

 

Los orígenes

 

 

Aguilar Íñiguez era oriundo de Escuinapa. Su padre fue un agente del Departamento de Tránsito por muchos años. Desde que se casó con doña Ramona, al comandante lo miraban como un padre que se preocupaba por sus hijos, a quien les pedía que estudiaran para “llegar a ser alguien”.

 

De joven, en los años ochenta, comenzó su carrera policial en la Policía Municipal de Escuinapa, y con el paso de los años llegó al puerto de Mazatlán, en donde se integró a la Ministerial.  Fue con Juan Millán que logró ascender hasta director de la corporación.

 

Sería en esta etapa, según El Vicentillo, que Chuy Toño mantenía el fuerte compadrazgo con El Mayo Zambada. En febrero de 2002, el comandante encabezó el operativo en donde le dieron muerte a Ramón Arellano Félix, un encarnizado enemigo del Mayo, en Mazatlán.

 

Según Chuy Toño, que siempre se lo contaba a los periodistas, él no sabía que el sujeto que le dieron muerte aquella mañana de Carnaval era nada más y nada menos que uno de los líderes del Cártel de Tijuana. Desde entonces, “Los Aretes” marcaron a Chuy Toño como de la gente del Cártel sinaloense.

 

Ya un año atrás, luego de la captura de José Nilo Rojo Rosales, El Bibio, hombre de los Arellano, Aguilar Íñiguez había sido acusado de proteger los intereses de Zambada, incluso mandó publicar un desplegado en un periódico.

 

Nilo Rojo quedó en libertad, pero muy pronto fue asesinado. En junio de 2004 detuvieron a su hermano Tamar Salatiel Aguilar Íñiguez y a siete personas más, entre ellos a Antonio Fraustro Ocampo, supuesto operador del Cártel de Sinaloa en el sur del estado; en esa ocasión consiguió deslindarse de las actividades de su hermano.

 

Antonio Fraustro también fue señalado de ser el autor intelectual del asesinato del fotógrafo del diario El Debate, Gregorio Rodríguez.

 

Escándalo tras escándalo, también fue el año en que fue revelado que el comandante Aguilar poseía millonarias propiedades en Mazatlán y Escuinapa. De esto salió bien librado al ser defendido por Juan Millán.

 

Chuy Toño soportó todo; amenazas, una orden de aprehensión en su contra, el repudio social y hasta los beneficios de proteger al narco. Soportó todo lo que un policía podía soportar, y salir ileso, sin ningún rasguño. Para lo único que su cuerpo no estaba blindado, era para el Covid-19, que terminó con la vida del súperpolicía.

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