Fase 3: Los muertos escondidos por el Gobierno del Estado
martes, 12 de mayo de 2020
Fase 3: Los muertos escondidos por el Gobierno del Estado
 
Los sinaloenses lo dijeron a diario y de todas las formas posibles: el Gobierno del Estado está ocultando las estadísticas reales sobre el impacto del coronavirus. El secretario de Salud, Efrén Encinas Torres, siempre lo negó. Hasta que un día aparecieron por montones los fallecimientos de pacientes que “no habían sido contados” y se puso en evidencia la mentira, la ineptitud para operar en la emergencia sanitaria y la gravedad descontrolada de la pandemia.

 

 

Por Redacción Deprimera.

 

 

El 24 de abril, cuando Sinaloa entraba a la fase tres de la pandemia por coronavirus, el Gobierno del Estado soltó la “bomba” cuya mecha estaba prendida desde semana antes. A unas horas de decretarse la fase 3 dio a conocer que se habían registrado 25 fallecimientos por Civid-19, pero solamente un deceso correspondía a ese día. Los 24 restantes no fueron agregados a la estadística por error del sistema de información.

 

Efrén Encinas Torres, secretario de Salud estatal, justificó el desfase en que “hubo algunos comentarios del área de la plataforma a nivel federal, en donde señalaban alguna modificación en los modelos de captura, de repente hubo cifras muy notorias, ante la situación nosotros nos dimos a la tarea de hacer una revisión en campo, también para revisar los diversos aspectos que incluyen las plataformas y los casos notificados".

 

Agregó que fueron encontrados algunos casos pendientes de anotar en la plataforma del registro de los casos que han fallecido y que se dieron a la tarea de revisar las áreas de epidemiología del sector institucional para actualizar la información en los casos que tenían rezagos en cuanto a los que habían fallecido.

 

Es decir, el grupo estratégico responsable del seguimiento, prevención y atención de la emergencia sanitaria les mintió a los sinaloenses. En los días posteriores continuaron apareciendo por decenas las muertes no contabilizadas y la fase 3 se convirtió en un desastre no tanto por el número de víctimas letales registradas a partir del inicio de la etapa más grave, sino por la burla de la cual la población fue objeto.

 

A las horas la actividad en las calles y centros de afluencia ciudadana se intensificó. El mercado Garmendia de Culiacán, que estuvo cerrado para evitar el contagio de locatarios y clientes, reanudó sus vendimias, en Mazatlán el mercado de la colonia Juárez recobró la vida comercial y cientos de clientes hicieron filas para entrar, como si se hubiera normalizado la situación.

 

En Ahome y Navolato, que junto con Culiacán son los focos de mayor propagación del coronavirus, también el movimiento de personas se relajó y el programa “quédate en casa” pasó a segundo término. El engaño al que las autoridades sanitarias sometieron a la gente al ocultarle el número real de muertos, derribó la confianza en las instituciones y las recomendaciones del sector salud.

 

El desespero hizo estragos en diferentes sectores de la población. Los músicos, meseros y cocineros de restaurantes, empresarios, trabajadores de la salud, comerciantes y otros grupos se manifestaron para que se les permitiera salir a hacer sus actividades normales. La razón: Salud ya no reportaba fallecimientos nuevos por coronavirus y se dedicó a agregar a las cuentas de muertos las víctimas de días anteriores.

 

Los días sin muertos

 

A partir del 24 de abril y los 24 muertos rezagados, los indicadores de la afectación por coronavirus presentaron comportamientos a la baja, lo cual abrió la expectativa de que la pandemia estuviera entrando en la fase de mitigación. Como por arte de magia el impacto fue cediendo y en la misma dimensión el miedo se fue perdiendo en la población que hasta a “Susana distancia” desobedeció.

 

El 25 de abril se añadieron nueve decesos pero, otra vez, ninguno correspondía a esa jornada sino a casos rezagados. Eran, se dijo, muertes que habían sucedido entre el 13 y 24 de abril, desapareciendo de repente las víctimas letales de la fecha en que se rendía el informe, como si la pandemia decidiera despedirse de Sinaloa en pleno periodo de mayor propagación.

 

El 26 de abril, lo mismo: Encinas Torres reportó solamente 4 muertes, pero agregó un dato espeluznante. Tres trabajadores de la salud han fallecido a causa del Covid-19 y había a esa fecha 216 infectados en total. Un médico, una enfermera y otro trabajador, perdieron la vida y había 76 médicos, 101 enfermeras, un odontólogo, cinco laboratoristas infectados.

 

Un día después, el 27 de abril, se reportaron 19 muertos de los que 17 son acumulados de días anteriores y dos correspondían a la fecha del informe. Al aumentar el número total a 124 fallecimientos el grueso de las víctimas provenía de casos que por alguna razón Salud guardó y fue sumando parcialmente al plazo posterior en que empezó la fase 3.

 

Para el 28 de abril se dio otro día sin fallecimientos aunque el agregado de muertes anteriores siguió imparable, al sumarse 6 decesos. La única novedad es que Encinas Torres alertó del desabasto de pruebas de detección del Covid-19 debido a la dificultad de que ese material sea surtido por proveedores nacionales y mundiales.

 

La baja en los decesos diarios, decremento que poco se notó porque de todas formas aparecían más muertos, los que fueron ocultados en el mes de abril, hizo pensar que el coronavirus iba de salida en Sinaloa, así como el hecho de se pusiera al descubierto que el uso de tratamientos alternos que no requieren intubación de pacientes y que incluso pueden manejarse en el ámbito domiciliario, ocasionaron que se perdiera parte del miedo que los sinaloenses habían tenido desde marzo.

 

Simultáneamente, hospitales como el Civil y el General de Culiacán, General de Mazatlán y centros médicos del ISSSTE e IMSS comenzaran a dar de alta a enfermos que estuvieron en estado grave de salud y lograron curarse. ¿Ya estaba Sinaloa en la fase de mitigación de la pandemia? Es la pregunta que surgió e hizo a muchos retomar la vida normal.

 

Señales opuestas

 

En sentido contrario, el gobernador Quirino Ordaz Coppel continuó habilitando hospitales del tipo Covid-19 e insistir en que los retos mayores para el sistema de salud pública estaban por llegar. Los Ayuntamientos reforzaron las medidas de sanitización, fueron mayores los cargamentos de insumos hospitalarios que arribaron a la entidad, los operativos policiacos para retener en sus casas a la población se volvieron más drásticos y las restricciones a la actividad comercial se mantuvieron.

 

Por ejemplo, el 27 de abril Quirino Ordaz encabezó un recorrido por el Centro de Atención Emergente que se instaló en el estacionamiento del actual Hospital General de Culiacán, el cual quedará listo el 8 de mayo con 24 nuevas camas equipadas para internar a enfermos graves. Ahí dijo que según las estimaciones en las semanas próximas se necesitarían hasta mil 700 camas disponibles para la atención de pacientes, de las cuales a la fecha solo se cuenta con un número que ronda las 600 camas. 

 

Al mismo tiempo el personal médico de los hospitales públicos proseguía en la exigencia de equipos de protección debido al alto número de contagiados en este sector. Otro dato que va en la ruta opuesta de menos muertos y propagación del virus es que los pasantes de medicina que realizan sus prácticas en hospitales de Culiacán, Mazatlán y Los Mochis fueron llamados a reintegrarse a sus actividades una vez que se les había retirado como medida para evitar que se infectaran.

 

Y en la cárcel de Culiacán empezó un brote de coronavirus con dos reos afectados al cierre de esta edición, lo cual encendió luces de alerta en ese segmento que se había mantenido al margen de los contagios. También se reveló que ocho niños de entre 5 y 12 años de edad han sido atendidos al enfermarse de Covid-19 y que en ciudades como Los Mochis y Culiacán, que mantenían una incidencia moderada, las afectaciones crecieron.

 

El 23 de abril, al enviar insumos y equipos a 19 hospitales generales e integrales que operan en el territorio estatal, el gobernador restableció la situación de preocupación en los sinaloenses al informar que se echaría a andar todo el equipo de transporte que sea necesario la distribución de materiales, de equipamiento, de insumos médicos para proteger tanto a los ciudadanos como a trabajadores del sector salud. “No dejaremos de seguir apoyándoles para que tengan una mayor protección, que no le falten los medios, las herramientas para poder atender a quien tenga este virus o a quien ya esté ya hospitalizado”, enfatizó.

 

La confusión creció. ¿Está Sinaloa a punto de salir gradualmente de la pandemia de coronavirus o se encuentra en la etapa de mayor peligro? Las estadísticas del sector Salud con muertos que no son de cada día sino de fechas en que no se contaron como fallecimientos, y el reforzamiento de las medidas del gobierno para atender a enfermos y médicos hablaban de un choque de realidades: una de aliento y otra de caos.

 

Al sacar a relucir la Secretaría de Salud estatal los decesos que había escondido, guardado, rezagado, negado o no apuntados, como se les llame, perdió la confianza de una mayoría que se había mantenido bajo encierro en sus hogares y les dio argumento a los desobedientes que retaron la contingencia y nadie, ni la fuerza pública, los pudo regresar a sus casas. Los dos segmentos tenían razón: el gobierno les estaba ocultando la verdad.

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