Comandante Níquel: De héroe a vinculado a proceso por un doble homicidio
miércoles, 25 de marzo de 2020
Comandante Níquel: De héroe a vinculado a proceso por un doble homicidio
 
En el transcurso de un año, el comandante Carlos Alberto, de estirpe militar y mejor conocido con su clave policial Níquel, pasó de ser un héroe condecorado que luchaba contra las huestes del Cártel de Sinaloa a un hombre vinculado a proceso al armar la escena de un enfrentamiento que nunca existió y que terminó con la vida de dos estudiantes originarias de Tamazula. Dos agentes de la Policía Estatal permanecen evadidos con una orden de aprehensión tardía que les permitió escapar para no enfrentar de momento su responsabilidad en este asesinato que conmovió dos entidades.

 

 

 

Por Redacción De Primera Noticias

 

 

 

La noche del 17 de diciembre de 2018, el comandante Carlos Alberto, Níquel, le vio el rostro a su destino de mando policial férreo: un comando de varias camionetas lo interceptó cuando circulaba sobre el libramiento Benito Juárez, cerca de El Ranchito, y comenzó a atacarlo con ráfagas de “cuerno de chivo”, AR-15 y hasta Barret calibre .50.

 

 

El jefe del Grupo Elite de la Policía Estatal Preventiva sacó su pistola de cargo y a como pudo les respondió la agresión. En El Ranchito logró parapetarse cerca de un canal de desagüe y desde ahí respondió a tiro limpio.

 

 

Ante el apoyo que solicitó vía radio, los sicarios se retiraron para no enfrentar a los compañeros del comandante, al Ejército y la Marina que acudían en su auxilio. Días más tarde, cuando convalecía en una clínica de la ciudad, Níquel contó que llevaba puesto el chaleco antibalas y gracias a eso resistió a la batalla, la cual se había convertido en una verdadera emboscada.

 

 

Según el relato, el chaleco táctico detuvo la furia de las balas, y sólo atinaron algunos proyectiles en una pierna y en uno de los hombros, causándole heridas que no pusieron en riesgo su vida.

 

 

Semanas más tarde, cuando todavía se encontraba en el hospital, pero ya consciente, la Secretaría de Seguridad Pública le otorgó la presea “Corazón Púrpura”, la cual simboliza el valor y el honor

 

 

Hay fotografías enviadas por el equipo de prensa de la SSP en las que aparece Carlos Alberto en una cama acompañado del subsecretario de Seguridad Pública, Prevención y Reinserción Social, Carlos Alberto Hernández Leyva, quien le llevó la condecoración por haber sobrevivido a un fuerte ataque.

 

 

“Por arriesgar su vida por nosotros, una acción de valor y nobleza que dignifica la profesión de ser policía, por regresar la confianza a los ciudadanos y motivarnos para continuar construyendo paz en Culiacán para nuestras familias en Sinaloa. Gracias por inspirar a nuestras próximas generaciones de Policías, por su valor y compromiso por servir a la sociedad sinaloense”, comentó Hernández Leyva en ese momento.

 

 

Pero un año después, cuando el Grupo Elite fue llevado hasta la sindicatura de Sanalona debido a extraños reportes de gente armada que merodeaba en el Templete de la Presa, al comandante Níquel se le torció la vida: ahora está vinculado a proceso por cometer presuntamente el delito de encubrimiento, al modificar la escena donde las jóvenes Andrea Candelaria y Ana Carolina, fueron acribilladas a balazos junto con dos de sus amigos que sobrevivieron para contarla.

 

 

 

Vislumbres de aquella farsa

 

 

 

La noche del 26 de enero pasado, un convoy de varias patrullas de la Policía Estatal Preventiva acudió a realizar un operativo de vigilancia en la sindicatura de Sanalona.

 

 

El comandante Carlos Alberto y sus hombres llegaron al Templete de la Presa, y colocaron un punto de revisión, según consigna el parte informativo homologado y que posteriormente fue desmentido por las investigaciones de la Fiscalía.

 

 

Fue cuando ya entrada la primera hora del 27 de enero, observaron un automóvil Honda Accord color gris, el cual les pareció sospechoso. La unidad civil avanzó, y los policías le marcaron el alto, y ante las evasivas de Honda, los policías empezaron a seguirlo.

 

 

Según la defensa de los policías —pues en ese momento no estaba presente Níquel— la unidad siguió y se les escabulló a dos patrullas que estaban al frente, lo que hizo que desde el Honda les disparan. Contestaron con puro fuego. La balística consiguió contar un total de 22 disparos de las armas oficiales.

 

 

Cuando la unidad detuvo la marcha a mitad de la nada, los policías se vieron a sí mismos y observaron a Andrea y Carolina heridas de muerte, y a Julio César y Dulce aterrorizados. Los agentes señalaron que ellos dispararon con un arma. La realidad de los testimonios sería otra. Los policías aseguraron que un quinto pasajero logró salir del carro y escapar entre el monto. Ese quinto hombre habría tirado la pistola en el campo.

 

 

Lo cierto es que los testimoniales y las pruebas de balística confirmaron otra cosa. Todavía con vida, Andrea fue llevada en una patrulla a la Cruz Roja de Culiacán, en donde los médicos ya reportaron su deceso. En cambio, Carolina murió en el acto, ya que una bala le dio en la cabeza. A Andrea, sus últimos respiros fueron por un pulmón agujerado por un proyectil.

 

 

Más tarde las investigaciones de la Fiscalía confirmaron que nunca existió el quinto acompañante y que los jóvenes jamás dispararon. Cuando Níquel bajó del carro blindado de la Policía Estatal y se dio cuenta de lo ocurrido, de manera desesperada junto con los otros policías ordenó armar la escena del supuesto enfrentamiento. Total, en Sinaloa la impunidad gana y los jefes tendrían que creer lo que ellos contaran.

 

 

En la Carpeta de Investigación que dio origen a la orden de aprehensión, se establece que Níquel sembró dos casquillos en el interior del Honda, colocó una pistola escuadra entre el monte con cartuchos útiles, ordenó la limpieza de armas a sus subordinados y por si fuera poco les colocó plomo en las manos a las jóvenes para que dieran positivo en la prueba de rodizonato de sodio.

 

 

Toda una carrera policial, del héroe condecorado, se fue al caño para proteger a su gente, para protegerse a sí mismo de la responsabilidad que le tocaba encarar como responsable del operativo y como jefe.

 

 

 

La audiencia

 

 

 

En la audiencia que concluyó con la vinculación a proceso del agente estatal Joel fueron reveladas las claves. Según las pruebas que se hicieron en el forense, Joel disparó su rifle de cargo junto con los policías Luis Antonio, Ismael y Alfredo. De sus armas salieron las 22 balas que dieron en la unidad y que dos de ellas alcanzaron a Ana Carolina y Andrea Candelaria, primas entre sí, una estudiante de diseño, la otra de Derecho en la UAS.

 

 

En el deshago de pruebas, Joel aseguró que no disparó contra las muchachas, pero admitió que accionó su arma de cargo. La mayor evidencia, la punta del misil que terminó con la vida de ambas jóvenes, se fragmentó. Por eso, la responsabilidad de este doble asesinato queda compartida bajo el delito de homicidio doloso calificado con ventaja y homicidio calificado con ventaja en grado de tentativa contra Dulce María y Julio César, los sobrevivientes que narraron la tragedia.

 

 

Además, cometieron otro grave error que pronto abrió las costuras de su teatro planeado: cuando intentaron poner a disposición por “ataque a los policías”, los agentes tardaron horas de más, por lo que el ministerio público se negó a recibirlos.

 

 

Sin poder formular cargos, los policías llevaron a la Barandilla en la Policía Municipal a ambos sobrevivientes, y ahí las autoridades los dejaron en libertad.

 

 

Ante el peso de la evidencia, durante la audiencia inicial, la juez Villegas argumentó que había elementos de prueba suficientes para establecer la presunta responsabilidad de Joel en la muerte de las duranguenses.

 

 

De los otros tres agentes acusados, quienes también tiene orden de aprehensión, la Fiscalía no ha dado respuesta, solo que se encuentran prófugos. Quizá a Joel lo detuvieron primero porque es el eslabón más débil de una cadena con la que se pretendía sellar la impunidad de un crimen. Graduado hace poco de la Academia Regional, Joel llevaba unos meses de haber ingresado a la Policía Estatal.

 

 

Y todo esto se dio bajo el amparo del secretario de Seguridad Pública de Sinaloa, el teniente coronel Cristóbal Castañeda Camarillo, el primero que salió aquella mañana del 27 de enero, tras el escándalo, a defender a sus elementos, el mismo que dijo que mantenía acuartelados a todos los policías involucrados en los hechos, pero no a quienes resultaron como los presuntos responsables.

 

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