A 10 años de la muerte de Héctor Beltrán Leyva en Cuernavaca
lunes, 16 de diciembre de 2019
A 10 años de la muerte de Héctor Beltrán Leyva en Cuernavaca
 


Años antes de su muerte en la batalla de los condominios Altitude de Cuernavaca, estado de Morelos, Marcos Arturo Beltrán Leyva, el mayor del clan oriundo de La Palma, Badiraguato, había consolidado un imperio criminal capaz de corromper  a los más altos funcionarios del gobierno federal, cimbrar las estructuras de poder, mezclarse entre el jet-set y la farándula, y adueñarse de varios estados, entre ellos Guerrero, uno de los enclaves de la narcoguerra que dejó miles de muertos durante el sexenio de Felipe Calderón.

 

 

 

Por Redacción De Primera Noticias.

 

 

 

El imperio criminal de El Barbas era muy ambicioso. Un proyecto que al desmoronarse tras su deceso en diciembre de 2009 trajo consecuencias incalculables, un costo que en sangre se propagó por varias entidades, pero sobre todo en Guerrero, convertido en uno de los estados más violentos del país.

 

 

La atomización del grupo delincuencial que había fundado Beltrán Leyva, tras la escisión del Cártel de Sinaloa (Federación) en 2008, dejó huérfanos a las células que antes mantenía bajo un férreo control, una mano de hierro que evitaba la dispersión de los líderes regionales.

 

 

La violencia entonces era contra Los Zetas, los cuales fueron combatidos con el primer grupo de sicarios formado por el Barbas, los llamados Pelones, pero los homicidios todavía se encontraban en niveles que no afectaban el flujo de la droga, desde la cocaína sudamericana hasta la mariguana y amapola que se sembraba y cosechaba en las montañas guerrerenses.

 

 

El gobierno mexicano ubicó por lo menos a cinco células que desde la muerte del Barbas se disputaron no solo Guerrero sino además Michoacán, Morelos y Estado de México. La principal se autodenominaban Guerreros Unidos, que también se le conoce como La Nueva Empresa, luego están Los RojosLos GranadosLos Ardillos y el Cártel Independiente de Acapulco.

 

 

La ahora desaparecida Procuraduría General de la República atribuyó al grupo de Guerreros Unidos la desaparición de los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, un caso que cimbró al Estado mexicano hasta los tuétanos y exhibió a nivel internacional al gobierno de Enrique Peña Nieto como uno de los peores de la historia.

 

 

 

Un imperio colapsado

 

 

Tejiendo alianzas a diestra y siniestra, los Beltrán Leyva abandonaron Sinaloa a principios de la década pasada para dirigirse a otros puntos estratégicos de la República, logrando apoderarse de territorios como Morelos y Guerrero hacia el sureste, pero también Tamaulipas y, sobre todo, el corredor Sonora-Arizona.

 

 

En este último, Arturo Beltrán Leyva apoyaba al grupo criminal conocido como Los Números o Los Güeritos, originarios de Álamos, Sonora, quienes cometían salvajes asesinatos en la entidad durante el gobierno del priista Eduardo Bours Castelo. A esta célula se le señaló de ser la responsable de la desaparición del periodista del diario El Imparcial, Alfredo Jiménez Mota.

 

 

Mientras tanto, en Sinaloa operaba Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo. De acuerdo con investigaciones de la propia DEA y la PGR, El Mochomo era encargado de la logística de la red delincuencial que Arturo operaba desde Cuernavaca o Acapulco, así como de cooptar a las autoridades locales y federales en el estado.

 

 

Con la primera fuga de Joaquín Guzmán Loera del penal de máxima seguridad de Puente Grande, la llamada Federación (nombre que surgió en los documentos de la DEA) se consolidó como una superestructura criminal. La única guerra abierta era en contra de los hermanos Arellano Félix y el Cártel del Golfo con su brazo armado de Los Zetas.

 

 

Sin embargo, con el asesinato de Rodolfo Carrillo Fuentes, El Niño de Oro, el Chapo Guzmán abrió frente contra el Cártel de Juárez, y tres años después con la captura del Mochomo Arturo Beltrán se alía a Vicente Carrillo Fuentes y a Los Zetas para combatir al Cártel de Sinaloa, con el desenlace de la narcoguerra.

 

 

Dueño de Acapulco en ese 2008 violento, El Barbas comenzó a llevar un importante número de sicarios sacados de Badiraguato, Navolato y Culiacán. No era raro enterarse que durante las refriegas entre bandas rivales en ese puerto cayeran abatidos pistoleros oriundos de estas localidades, inclusive algunos de ellos eran ex agentes policiacos que habían renunciado a las filas de las corporaciones sinaloenses para integrarse al ejército de sicarios del Barbas.

 

 

En junio de 2009, una balacera que dejó alrededor de 20 muertos entre federales y pistoleros, se descubrió que tan solo seis de los sicarios eran originarios de la sindicatura de Aguaruto y la comunidad de La Cofradía de La Loma, Navolato.

 

 

Pero meses más tarde vendría el colapso del imperio de los Beltrán Leyva primero con la muerte del Barbas, pero logró sobrevivir en la figura de Héctor Beltrán Leyva, El H, hasta su arresto en octubre de 2014 en la ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato. Se descubrió entonces que Héctor se hacía pasar por un importante empresario, y que tenía como cuartel general Querétaro, en donde sus empresas fachadas crecían pujantemente.

 

 

El más chico del clan, Alfredo, fue extraditado al año siguiente y recientemente se declaró culpable ante la Corte de Distrito de Washington. Mientras tanto, la ausencia de un liderazgo en plazas como Morelos, Estados de México y Guerrero, llevó a las células huérfanas pelearse entre ellas por el control de la siembra de amapola y trasiego de opio.

 

 

Los grupos surgidos

 

 

La sierra madre del sur ofrece una importante región para la siembra del opio con el que se produce la heroína que más tarde llega al cada vez más demandante mercado estadounidense. Además, sus costas siempre han sido ideales para la llegada de la cocaína vía marítima desde los países sudamericanos que la producen.

 

 

En el mapeo que realizó el gobierno federal en 2016 se identifican cómo y dónde trabajan las células atomizadas. Según la Procuraduría General de la República, la célula de Los Rojos mantiene su zona de influencia en el corredor de los municipios guerrerenses de Tixtla y Chilpancingo. Los Granados operan en la zona de Tierra Caliente, entre Ciudad Altamirano y Arcelia.

 

 

Mientras tanto, el Cártel Independiente de Acapulco mantiene el control de la ciudad y centro vacacional que le da nombre, y se disputa la plaza con La Barredora, un grupo que se identifica como leal a la herencia de los Beltrán Leyva.

 

 

Según la información de inteligencia, el Cártel de Sinaloa actualmente apoya al grupo identificado como Comando del Diablo o Comando Guerrero Diablo, con operaciones en Acapulco, Zihuatanejo y hacia la zona de la Costa Grande de la entidad.

 

 

El grupo de Los Ardillos también dedicado al robo, el secuestro y la extorsión, y operan en el corredor de Olinalá, Metlatónoc, Igualapa y Ometepec. Aunada a la debilidad y feroz rivalidad entre estas células, la PGR cárteles como el de Jalisco Nueva Generación y los que queda de los Caballeros Templarios también tienen presencia en esta entidad.

 

 

 

La guerra del opio

 

 

Desde el 2014, las autoridades estadounidenses comenzaron a difundir reportes médicos y de seguridad alarmantes sobre el consumo y tráfico de heroína mexicana.

 

 

Aunado al consumo, también las muertes por sobredosis de heroína se han disparado en territorio de Estados Unidos. La droga mexicana es más potente y barata, por lo que las autoridades comenzaron a difundir información al respecto.

 

 

Según un informe desclasificado con clave DEA-DCT-DIR-039 de abril de 2015, señala que “el papel creciente de los narcotraficantes mexicanos afecta patrones del tráfico de heroína” y que “más heroína está entrando a Estados Unidos por la frontera suroeste”.

 

 

Los casos de muertes accidentales por sobredosis se dispararon un 172 por ciento, pasando de unos tres mil en 2010 a ocho mil 620, en 2013.

 

 

Los decomisos de las agencias también han aumentado, llegando a cinco mil 014 kilogramos en 2014, en comparación con unos tres mil, en 2010 y los transportistas han comenzado a mover cantidades mayores de la droga, pues el peso de los paquetes que ha confiscado la Agencia Antidrogas estadounidense pasó de 0.86 kilos, en 2010, a 1.47, en 2014.



El informe de la DEA dice que, sin embargo, el precio por gramo que pagan los consumidores se ha desplomado. El reporte advertía que los criminales mexicanos encargados del trasiego de heroína al mayoreo estaban penetrando Chicago, Philadelphia, Washington y el estado de Nueva Jersey, mientras que expanden grandemente su presencia en Nueva York.

 

 

“Los traficantes mexicanos han tomado un papel más importante en el mercado de la heroína en Estados Unidos, aumentando su producción y empujando hacia los mercados del este, que en las dos décadas pasadas eran cubiertos por los colombianos”, destacaba el documento difundido por una cadena de televisión .

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