Cada vez más atroces, los asesinatos de niñas y menores de edad se han disparado en Sinaloa. De septiembre a diciembre de 2021 fueron tres casos que cobraron especial relevancia, sobre todo el último del año ocurrido en uno de tantos campos agrícolas del estado, en donde la violencia contra las mujeres indígenas pasa desapercibida en medio de galerones hacinados en donde miles de jornaleros tratan de sobrellevar una vida de duro trabajo. Pero sea donde sea, la violencia no es privativa de sitios precarios, pues reina en los espacios más insospechados de la geografía sinaloense. Este es un recuento de algunos casos.
Por Santiago Rentería
En diciembre, primero fue el asesinato de Valentina, menor de doce años estrangulada por su padrastro en un domicilio de la colonia 12 de Mayo de Mazatlán, luego de un intento de abuso sexual. Después, cuando el año se acercaba a su fin, en un patio del campo agrícola La Capilla, del municipio de Navolato, se soltó el horror con el crimen de la niña de seis años Alma Delia, a quien sus amigas y familiares le decían Azul.
Dos feminicidios que marcaron a familias enlutadas. En ambos casos, los presuntos responsables fueron detenidos y llevados a proceso, con posibles condenas de hasta 50 años de cárcel.
Fue el 19 de diciembre cuando familiares de Valentina, de 12 años, alertaron a las autoridades de su muerte en un domicilio de la colonia 12 de Mayo. De inmediato señalaron al padrastro de la menor, pues la madre de la ya casi adolescente la había dejado sola con él mientras ella iba a trabajar.
Según las investigaciones, el padrastro intentó violar a la menor y al oponerse, terminó por asfixiarla. El sujeto, detenido por policías de la Fiscalía General del Estado, quedó bajo proceso acusado del delito de feminicidio agravado en razón de parentesco por afinidad. En tres meses más se espera la audiencia para aportar todas las evidencias y testimonios.
La Capilla, testigo de un crimen atroz
La noche del martes 28 de diciembre, Alma Delia juagaba con uno de sus hermanos en el patio de los módulos siete y ocho, una serie de galerones construidos con láminas galvanizadas que en esta temporada dejan filtrar el frío.
De acuerdo con los diversos testimonios, en el cuarto número 21 se encontraba una pareja cenando, cuando irrumpió Eleuterio, un jornalero de 28 años originario de Guerrero.
Eran aproximadamente las 7:45 de la noche cuando los testigos señalan que inició el ataque contra Ofelia, quien es apuntadora de cuadrilla en la agrícola. Con ella estaba Rufino, quien buscó contener la furia de Eleuterio, y ambos salieron con lesiones del machete.
Al no poder avanzar contra Rufino, Eleuterio salió con el diablo adentro para el patio trasero de la galera, cuando se encontró a la niña Alma Delia, jugando con su hermano y otros niños.
Los testimonios señalan que, perdido en las sustancias sicotrópicas, el joven mayordomo de cuadra asestó varios machetazos en limpio a la pequeña, quien quedó reducida a un amasijo de sangre y carne abierta por las heridas.
“La cortó a la mitad”, relató la fiscal que dio lectura a la Carpeta de Investigación durante la audiencia inicial en Centro de Justicia Penal de Culiacán.
Alma Delia recibió por lo menos 17 heridas en diferentes partes del cuerpo. Tras acabar con la vida de la menor, Eleuterio se dirigió a otro cuarto, donde se encontraba cenando Roberto Flores, a quien también lesionó, por lo menos en el brazo derecho, en la cabeza y en el pecho.
A diferencia de los otros dos adultos, Roberto pudo arrancarle el machete de las manos a Eleuterio y lo sacó a empellones de la barraca. Fue así como entre él y dos mayordomos más, que fue detenido y amarrado para ser entregado a los agentes municipales de Navolato.
Por este crimen que conmocionó a la sociedad sinaloense, la jueza Edna Patricia Camacho vinculó al imputado por el delito de feminicidio agravado en agravio de la niña Alma Delia, así como feminicidio en grado de tentativa contra Ofelia y homicidio en grado de tentativa contra Roberto y Rufino.
En la audiencia salió el dato que Eleuterio es originario del mismo municipio que Alma Delia y su familia Xochistlahuaca, una zona de la Costa Chica de Guerrero sumergida en la pobreza. El imputado no habla por completo el español, por lo que necesitó un intérprete de su idioma indígena.
Tras el crimen de la niña, su cuerpo fue velado durante unas horas a unos metros del patio que la vio morir, y después de las tres de la tarde del jueves 29 de diciembre, una funeraria se encargó de trasladar los restos hacia su pueblo en la costa chica guerrerense.
Una chica trabajadora
El caso de la menor Karen Ayelen, secuestrada a principios de septiembre de 2021 y encontrada asesinada, con mutilaciones en el rostro al día siguiente, también generó consternación en Culiacán.
La adolescente de 16 años, sin tener necesidad quizá, trabajaba en un sushi de su colonia, Villa Universidad, desde donde caminaba al anochecer para llegar a su domicilio.
Sin embargo, su vida terminó abruptamente segada cuando un vecino de la familia, de nombre Carlos M, la vio pasar por su casa una noche de septiembre.
Esta persona contaba además con antecedentes por trata de personas y ocultaba su fachada de delincuente con un taller mecánico. Era originario del Estado de México.
De acuerdo con la relatoría que hizo la Fiscalía, Carlos raptó a Karen Ayelen y la metió en su casa, pero de inmediato al ser reportada como desaparecida por su familia (nunca se retrasaba al salir del trabajo), el presunto responsable la ahogó en una cisterna en su casa.
Posteriormente esperó la madrugada para sacar el cadáver y dejarlo abandonado no muy lejos de ahí, a espaldas del Panteón de La Lima, detrás de Ciudad Universitaria.
Testigos narraron que la niña, como la veían en su casa, tenía la cara ensangrentada y desfigurada. Esto se le atribuyó al desgarre de animales de carroña, pero la familia no quedó convencida.
Muy pronto dieron con Carlos, quien fue detenido por delincuentes y entregado a Policías de Investigación, para ser procesado por el delito de feminicidio. Trascendió que esta persona fue encontrada muerta en el interior del penal de Aguaruto, pero la autoridad no lo confirmó.
Dayana, la niña alegre
Dayana tenía cinco años cuando salió de su casa en la sindicatura de San Pedro, Navolato, a mediados del 2017. Su caso no es cercano, pero ha sido de los más visibilizados por tratarse de un crimen monstruoso contra una pequeñita.
Ella se dirigía a la tienda a comprar dulces, pero ya no volvió. Su silencio provocó el grito de su familia y de muchas personas indignadas, ¿por qué le pasa esto a una criatura que apenas comienza a vivir?
Durante meses, Dayana fue buscada y la Fiscalía simuló investigar su caso hasta que, otro feminicidio, llevó a los investigadores hasta el policía Miguel Eduardo Burgos Varela, quien en 2009 había sido condecorado por la corporación navolantense por sus méritos.
Ese agente policiaco resultó un chacal, pues fue quien aquella mañana se llevó a Dayana a la fuerza al verla caminando sola por una calle de San Pedro.
Miguel Eduardo supo ocultar bien su doble vida de criminal, pues fue encontrado responsable tiempo después, cuando los huesos de Dayana se revelaron en un predio del ejido Las Mulas de Navolato, convertidos en una osamenta martirizada.
Cuando se supo descubierto, el policía condecorado huyó para siempre de su terruño. La Fiscalía le atribuyó el feminicidio de una adolescente estudiante de la UAS, encontrada también a la orilla de una carretera del municipio.
Hasta la fecha, este presunto feminicida sigue en libertad, mientras el nombre de Dayana surge en cada marcha feminista y su caso sigue presente como un atroz infanticidio que se mantiene en la impunidad.
REPORTAJE PUBLICADO EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA 328 QUE SALIÓ A LA VENTA EL 7 DE ENERO PASADO.