Por fin, después de casi nueve años, Rafael Caro Quintero es capturado como vivió: en medio de la nada, en una sierra sinaloense escarpada, de esa que casi no salía más que para ser atendido por un médico. Una de las cosas que más llamó la atención es que se encontraba solo, sin un ostentoso anillo de seguridad que lo defendiera, con su eterno pelo negro pintado, unos pantalones de mezclilla desgastados y zapatos café maltratados por el uso rudo del terreno. Las imágenes de un viejo agotado, confundido, escoltado por agentes de la Marina, la FGR y quizás la DEA, dan la idea de un hombre perseguido y copado, no de un gran capo con poder suficiente para mandar de una frontera a otra. El mito del “Narco de Narcos” comienza a llegar a su final, con un proceso de extradición que en pocos años lo llevará a Nueva York, a concluir un destino que inició aquel febrero de 1985 en que el agente Enrique “Kiki” Camarena Salazar, murió bajo tortura en Guadalajara.
Por Redacción Deprimera Noticias.
Rafael Caro Quintero lo había dicho en voz propia: era un hombre perseguido por el Estado, y más por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos que quería concretar su captura para vengar el artero asesinato de Enrique “Kiki” Camarena Salar, el agente de la DEA que ha pasado a la historia como un ejemplo de la fracasada lucha antidrogas en el mundo.
Desde que un tribunal colegiado de circuito lo dejó en libertad el 8 de agosto de 2013, meses después de que Enrique Peña Nieto asumió la presidencia de la República, el viejo capo se regresó a su estado natal y se refugió en la zona serrana.
De acuerdo con testimonios de varios pobladores de Badiraguato, recabados en el transcurso de una investigación periodística, desde que Caro Quintero llegó a la región, se dedicó a buscar tranquilidad, mandó a levantar cercas en la sierra profunda para criar venados, fue a visitar a viejas amistades familiares, a vecinos que cuando se fue eran niños o todavía no nacían.
“Tenía muy buena memoria, cuando llegó a Babunica y alguien le preguntaba por alguien, y le decían que había fallecido, entonces le daba el pésame y le decía que su padre o su abuelo, habían sido amigos de él”, contó una mujer en 2015 en que la Secretaría de Marina y la DEA habían lanzado varios operativos para tratar de capturarlo.
Entre El Barrio de Guanajuato hasta Los Placeres, hay un solo camino que remonta cerros, brechas y arroyos que crecen con las lluvias, pero cada cierto tramo, el verdor de los árboles revelan pueblos: está La Noria donde nació Rafael y sus hermanos, donde se criaron sus padres, está Babunica, la legendaria comunidad donde nacieron los Quintero Payán, primos de Caro a su vez.
En ese corredor, al que un alcalde badiraguatense bautizó como “el corredor Caro Quintero”, la Marina y los gringos centraron sus esfuerzos para atraparlo desde marzo de 2014 hasta 2017, cuando los operativos navales cesaron en el cambio de gobierno con Andrés Manuel López Obrador.
En ese lapso, por lo menos cinco redadas bien focalizadas ocurrieron, en una cacería que incluyó maltrato a pobladores y torturas indecibles a personas que la Marina acusaba de apoyar a Caro en sus traslados. De todo esto, DeprimeraNoticias dio cuenta a lo largo de reportajes documentados por medio de testimonios fehacientes.
La cacería criminal
El primer gran operativo activado fue el que ocurrió los primeros días de marzo de 2014, días después de la captura del Chapo Guzmán en la torre Miramar de Mazatlán.
Fueron más de diez helicópteros Black Hawk de la Secretaría de Marina (Semar) los que participaron, con decenas de elementos que descendieron con cuerdas de las aeronaves y tomaron por asalto varias comunidades, incluyendo Santiago de los Caballeros, ubicado a pocos kilómetros por la carretera estatal a Guadalupe y Calvo.
Los marinos allanaron casas, maltrataron a ancianos y a mujeres, buscaron en armarios, norias y cuanto escondrijo se les ocurrió. Los testigos narraron que quienes iban a cargo del operativo llevaban tablets donde leían nombres y fotos de personas que buscaban, además de Caro Quintero.
En Babunica, al comisario lo privaron de la libertad y se lo llevaron a una vieja casa en las afueras del pueblo, donde con bolsas lo asfixiaron para, según los marinos, delatara la ubicación del capo sexagenario.
Lo acusaron de darle protección al capo y de ser su familiar. “Aquí todos somos familiares, o llevamos el apellido Caro o el apellido Quintero”, se defendió, pero la tortura no fue aplacada.
Al final, los captores soltaron al comisario con costillas muy doloridas y calambres en el cuerpo. Cuando un grupo de reporteros fue a buscarlo, prefirió ocultarse y mandó decir que temía y que las secuelas las revivía noche a noche.
En realidad, afirmaron algunos pobladores, Caro Quintero sí había estado con ellos, de fiesta, pero el Día de la Virgen en diciembre de 2013, meses después de que lo soltaron.
“Ese día el festejo a la virgen era aquí en el templo (una pequeña Iglesia ubicada por la única calle de Babunica, carcomida por la humedad), había mucha comida, el Señor llegó y saludó a todos, estuvo poco tiempo porque sabía que desde el cielo lo buscaban con drones”, relató una mujer.
Se cuidaba de los drones
En aquella ocasión, vieron una avioneta que aterrizó en una plataforma improvisada construida con una retroexcavadora frente a Babunica.
A los minutos, como si se tratara de una aparición o un fantasma, vieron a Rafael Caro Quintero caminar por las calles de Babunica, iba con tres hombres que lo cuidaban nada más, por lo regular nunca ostentaba un gran círculo de seguridad.
“Sí lo vimos, lo saludamos, llevaba el pelo negro, estaba muy flaquito, y era consciente que no podía estar mucho tiempo en un solo lugar”, indicó la misma persona.
Pocos meses después del primer operativo, de nueva cuenta la Marina lanzó otro en la misma zona, pero no dio con él. Entre junio y agosto de 2015, volvió a arreciar la cacería, pero esta vez aterrizaron en la comunidad de Los Placeres, arroyo arriba de Babunica.
Allí golpearon a una maestra rural y a su hija, a quien señalaron de tener una relación amorosa con Caro Quintero. A esta familia, los marinos la acusaron de asistir al capo con necesidades básicas como alimentación, lavado de ropa y aseo personal.
Los marinos, acompañados por agentes de la DEA, confirmaron en esa ocasión que la misión era dar con Caro Quintero, pero por más que removieron pisos, excavaron en fosas y potreros, no dieron con él. Lo que sí, es que, a raíz de estas embestidas violentas, familias completas optaron por desplazarse a otras latitudes, abandonando sus pocas pertenencias.
Para entonces, dos años después de su salida de la cárcel de Jalisco, Caro Quintero ya sabía que la DEA y la Marina tenían “droneada” toda la región badiraguatense, por eso cuentan que se movía constantemente, que a pesar de sus años y de un incipiente cáncer de próstata, el viejo andaba a salto de mata entre el monte.
“No duerme en casa, busca refugio bajo los árboles, pero cuando puede, y se queda en una casita, siempre piden que le lleven un aparato para hacer ejercicio, le gusta mantenerse en buena condición por si hay que correr entre el monte”, narró un funcionario del Ayuntamiento de Badiraguato de ese entonces.
“Por las noches escuchamos el zumbido de los drones, hemos visto aviones de esos que traen un plato encima (radar), pero el señor dice que no se dejará agarrar”, soltó otro poblador de La Noria.
Otro mencionó en aquel momento que de vez en cuando bajaba a una población más grande para hacerse revisar por un médico, pues la edad, los años de encierro, le habían provocado dolencias; ahora se sabe que es la próstata.
“A Caro Quintero lo van a agarrar si se descuida, porque anda con dos o tres pistoleros por los montes, no creas que tiene un rancho donde vive, sabe que estarse quieto en un solo dado lo vuelve vulnerable”.
De todas estas historias que se cuentan sierra arriba, salió un corrido de Noel Torres que dice:
“Desde el filo de la sierra, viene la historia que traigo, que por estas tierras, suelta anda una fiera, entre aquellos pinos altos… De cacería anda la DEA, se enfocó en Badiraguato, trae la mira chueca, el viejo no se deja, no andan cazando venados, no es un hombre de guerra, pero no es cualquiera, solo es uno de los Caro”.
Las entrevistas
En agosto de 2016, cuando la persecución de la DEA y la Marina seguía activa, Caro Quintero salió a dar una entrevista impensable a la periodista Anabel Hernández. Para entonces, se había desatado una guerra entre el hijo de Alfredo Beltrán Leyva y Los Chapitos, así como entre Los Dámaso y Los Chapitos.
De pronto, se hizo público que en este conflicto Caro era uno de los presuntos involucrados, pero él mismo lo negó en la entrevista, en donde volvió a insistir que había pasado su deuda con la sociedad y que la persecución en su contra, y de su familia, era por pura venganza de la DEA.
Paralelo a esto, sus abogados daban la batalla legal por revertir la orden de reaprehensión, confirmada por la Suprema Corte, en el sentido en que tenía que cumplir con los doce años que le faltaban a la sentencia inicial de 40, por el crimen de Enrique Camarena.
Sin embargo, para Rafael los 28 años de prisión, eran suficiente. “Ya cumplí, ya pagué, quiero vivir en paz”, decía y repetía, sin nunca aceptar estar involucrado en nuevos negocios, nuevas guerras del narco y menos sin reconocer su participación en lo de Camarena.
Meses más tarde, en febrero de 2017, cuando el Departamento de Justicia hizo pública una nueva acusación por tráfico de drogas en la Corte Federal de Nueva York, de nueva cuenta el capo salió a defenderse en una entrevista.
Ahí, aseguró que las acusaciones nuevas vienen de su sobrino Sajid Quintero Navidad, quien perseguido por sus enemigos como Los Chapitos y El Mencho, huyó a la frontera para entregarse a la Agencia Antidrogas.
Al acogerse como testigo protegido, en la lógica de Caro, Sajid proveyó información falsa a la DEA para que de nueva cuenta le formularan una orden de extradición, pero él aseguró en entrevista que desde que salió libre en 2013, ya no volvió a traficar ninguna droga, y que todo era un plan orquestado de los gringos para cumplimentar su venganza por lo de Camarena.
El último refugio
Desde 2018 en que llegó López Obrador al poder, los operativos contra Caro Quintero cesaron, pero eso no quiere decir que de manera subrepticia no siguieran recolectando información de inteligencia sobre los puntos que usaba de escondrijos en la sierra.
Sobre él, más allá del ruido de la guerra en el norte de Sonora, en donde se le señala de encabezar un grupo que pelea territorios contra Los Chapitos y otros clanes locales, no se sabía nada.
Lo único era que un grupo criminal que opera en Caborca y otros municipios sonorenses, usaba su nombre para proclamar a Caro Quintero como dueño de aquella plaza.
Sin embargo, en Sinaloa en realidad estos pleitos no se hicieron ecos en las calles ni en la zona serrana, sobre todo porque Badiraguato está controlado por La Chapiza; Cosalá y Tamazula, Durango, por la gente del Mayo Zambada, y por otro lado Sinaloa de Leyva por socios del Chapo Isidro.
La región de Choix es disputada en algunos lindes por personal de los Beltrán Leyva, pero predomina grupos aliados de Los Chapitos. En este territorio de nadie, Caro Quintero decidió marchar para no estar en Badiraguato, el municipio donde más ha sido buscado.
Pero su plan de ocultamiento falló aquella mañana del viernes 15 de julio pasado, cuando una fuerza élite de la Marina arribó en varios helicópteros, montaron un cerco militar que incluyó una búsqueda con canes amaestrados.
De hecho, la Marina en el comunicado oficial le atribuyó al perro “Max” dar con su paradero entre matorrales en la zona arbolada en las afueras de la minúscula población de San Simón, Choix.
Las imágenes de Caro quintero con chamarra café, pantalón vaquero y zapatos de trabajo pronto le dieron la vuelta al mundo, el video donde un elemento le da un bote de agua ciel y las imágenes donde es escoltado rumbo al helicóptero.
Todo era festejo para la Marina, pero justo a esas mismas horas en que trasladaban a Caro Quintero a Los Mochis, un helicóptero con 15 elementos que participaron en dar seguridad al perímetro del operativo, se desplomó en un campo de cultivo cercano al aeropuerto de Ahome, en el valle rumbo a Topolobampo.
Aunque pronto se especuló que podría haber sido atacado, lo cierto es que un Alto Mando de la Marina aseguró que fue un accidente. Murieron 14 infantes de marina y el número 15 resultó gravemente herido.
Por otro lado, Caro fue trasladado de Ahome en un avión directo a Ciudad de México, para ser ingresado al penal de máxima seguridad de El Altiplano, del que se escapó el Chapo en 2015, el mismo que alberga a decenas de criminales mexicanos.
Destino final
Tres días después, un juez informó a Rafael que contaba con la orden de extradición, pero para entonces sus abogados ya habían obtenido una suspensión provisional para que no se ejecute ningún traslado a Estados Unidos, si no hay juicio de por medio.
El viejo capo inicia así el principio de su periplo final, la defensa legal tiene años luchando contra las baterías del Estado que pretende hacerlo cumplir otros doce años a la sentencia que tenía inicialmente, mientras los gringos lo piden para juzgarlo, y aunque ya no puede ser extraditado por el asesinato de Camarena, de manera pública la DEA ha señalado que lo harán pagar por ello.
Por eso, ha surgido la especie de que al final Caro Quintero posee información valiosa sobre personajes siniestros, como Manuel Bartlett Díaz, hoy director de la CFE, protegido por López Obrador, y quien a lo largo de 37 años se le ha acusado de conocer a fondo del caso Camarena y toda la trama que desembocó en la corrupción gubernamental con el narco en los años ochenta.