Entrevista con Peniley Ramírez: Los millonarios de la guerra contra el narco
lunes, 3 de enero de 2022
Entrevista con Peniley Ramírez: Los millonarios de la guerra contra el narco
 

 

 

“La estrategia de seguridad pública basada en la guerra contra el crimen ha costado mucho dinero, costeado por la sociedad mexicana a través de los impuestos, pero el precio pagado por esa misma sociedad es mucho mayor”.

 

 

 

Por Sergio Ramos.

 

 

“El gobierno mexicano nunca había invertido tanto dinero en seguridad pública como en las últimas tres décadas”, dice la periodista Peniley Ramírez en el prólogo de su libro Los Millonarios de la Guerra (Grijalbo, 2020), una investigación sobre los negocios que la guerra contra el crimen organizado ha fomentado a su alrededor.

 

 

Desde que Felipe Calderón declaró esta guerra al inicio de su sexenio, las calles de México se han llenado de sangre, balas y enfrentamientos entre fuerzas del orden y grupos delincuenciales, sin embargo, también ha dado a ganar cientos de millones de dólares para unos pocos que se han aprovechado de los elevados niveles de delincuencia en México para hacer negocios a costa del presupuesto público.

 

 

Desde proveedores de equipos tecnológicos de seguridad, hasta asesores profesionales, fabricantes de armas y empresas de espionaje: la guerra contra las drogas en México ha dado a ganar millones y millones de dólares a empresarios y funcionarios federales a los que no les interesa que la guerra se gane o se pierda, sino que continúe indefinidamente.

 

 

Entre esos personajes se encuentra Genaro García Luna, quien se consideró a sí mismo como el estratega contra el crimen en México, al mismo tiempo que presuntamente mantenía nexos con los cárteles, hacía negocios con el dinero público y preparaba su exilio dorado en Estados Unidos, donde finalmente fue detenido, encarcelado y donde espera que inicie el juicio en su contra.

 

 

 

De Primera Noticias: En el libro cuentas cómo García Luna entró al aparato estatal como parte de una generación que presuntamente se encargaría de limpiar de corrupción a la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

 

 

Él empezó a trabajar en el gobierno como agente de un organismo que en ese momento acababa de ser creado: el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), el cual buscaba marcar una diferencia con la DFS, la policía política del gobierno mexicano que era muy cuestionada porque sus oficiales habían cometido numerosos abusos y habían participado en desapariciones forzadas. García Luna representa el cambio de generación, o lo que pretendía ser un cambio de generación, para mejorar la imagen del gobierno. Mi libro plantea cómo la evolución de este personaje explica la evolución de un sistema de modernización de la seguridad pública en México que, por lo menso en el discurso, pretendía marcar una diferencia y que finalmente no la marcó.

 

 

¿Quiénes han sido los beneficiados con el discurso de la guerra en México promovido desde el aparato estatal y del cual García Luna es uno de sus artífices principales?

 

 

Lo que ha pasado es que alrededor de esta estrategia militarizada de seguridad pública ha empezado a existir en México toda una industria en la cual hay negocios legales, por ejemplo, las consultoras de seguridad, las empresas de seguridad privada, las empresas que dan servicio para asegurar casas o para asegurar negocios. Digamos que esa es como la parte más baja de la cadena. Pero también están los millonarios contratos con grandes empresas de seguridad, principalmente vinculados con proveedores de Israel y de Estados Unidos, que terminan encontrando en México intermediarios para vender tanto al Gobierno Federal como a gobiernos estatales toda esta proveeduría de equipo. Parte de lo que plantea el libro es que los ganadores de esta guerra no son solamente las persona que venden armas, sino todo el comercio que se genera alrededor del discurso de la guerra gracias a que el presupuesto para seguridad pública en México ha aumentado en más de 400% desde el sexenio de Vicente Fox, y sobre todo a partir de los primeros días del gobierno de Felipe Calderón, que es quien declara la guerra contra la delincuencia.

 

 


En el actual gobierno cómo ves este discurso de los buenos contra los malos, de los delincuentes contra el Estado. ¿Cómo ha evolucionado el discurso de la guerra en el sexenio lopezobradorista?

 

Parte de lo que planteo en el libro es cómo hay una continuidad en esta estrategia contra la delincuencia desde que termina la DFS y se inaugura el CISEN, hasta el día de hoy. Y esa continuidad pasa por esta idea de que la modernización y la eficiencia en la seguridad está marcada por la cantidad de decomisos, de destrucción de plantíos o por la cantidad de dinero para modernización y cámaras de seguridad, etc. Entonces lo que plantea mi libro es que más allá del partido gobernante o del presidente que gobierna este país, hay una estrategia continua hasta hoy, que pasa por una gran asignación de recursos públicos y por la alimentación de este mercado seudobélico. Eso antes estuvo a cargo de García Luna tanto en la Policía Federal como en la Secretaría de Seguridad Pública. Y en la administración actual ha cambiado hacia el Ejército. Entonces como consecuencia tenemos un presupuesto muy alto para las fuerzas armadas y también una preocupante serie de contrataciones hechas no solamente tomando en cuenta cánones, entre comillas, de seguridad nacional, sino también abusando de la figura de la contratación por adjudicación directa. Todo eso lo veíamos en la administración de Fox en menor medida, después lo vimos mucho en la de Calderón y Peña Nieto, y lo seguimos viendo el día de hoy con el gobierno de López Obrador. Lo que yo planteo es que en efecto el discurso cambia de una administración a otra, de un partido a otro, pero la estrategia ha sido más o menos continua.

 

 

¿Qué papel desempeñó García Luna en la construcción del discurso sobre la guerra?

 

Yo tuve acceso para el libro a más de 3 mil páginas de documentos inéditos, además de las 14 mil páginas que yo había acumulado en estos 8 años de investigación sobre el caso, y lo que puedo decir es que si bien García Luna es un ejemplo en cuanto a este funcionario que llega a un estrato muy bajo de la cadena de seguridad, supuestamente como parte de una generación que iba a cambiar el modus operandi, también es un ejemplo de cómo puede mal utilizarse un sistema que, insisto, es legal, que existe mucho en lugares del mundo, como la contratación de intermediarios o como el pago por servicios de seguridad. Pero también su caso es un ejemplo de cómo puede utilizarse el sistema para un lucro personal, para un beneficio propio que no tiene nada que ver con la pacificación del país, o con la baja en los índices delictivos. García Luna se pintaba a sí mismo como un estadista, como un modificador de la estructura con la que se combatía la inseguridad en México, y al final, se desviaron según las investigaciones actuales más de 400 millones de dólares de recursos públicos que terminaron en una veintena de propiedades, sobre todo en Florida, y que fueron trasnferidos a muchos países del mundo, desde Gran Bretaña hasta Taiwán, Panamá, Colombia y Estados Unidos. Entonces es como un  caso extremo de cómo hay que tener mucho cuidado con estas herramientas, con esos presupuestos porque sí puede hacerse un muy mal uso de ellos.


 

 

Me gustaría que ampliaras una reflexión que haces en el libro: “La estrategia de seguridad pública basada en la guerra contra el crimen ha costado mucho dinero, costeado por la sociedad mexicana a través de los impuestos, pero el precio pagado por esa misma sociedad es mucho mayor”.

 

 

Si revisamos cuáles son los índices de criminalidad en el país, tomando por ejemplo uno de los indicadores, que es la cantidad de homicidios dolosos, podemos saber que cuando Felipe Calderón toma la administración pública hay más o menos unos 9 mil asesinatos al año, lo cual ya era un número alto, pero este año vamos a cerrar con todo y pandemia en más de 40 mil homicidios dolosos. Eso es más de los que han muerto en guerras formales. Seguimos siendo el país donde más se asesinan periodistas en todo el mundo. Entonces lo que digo es que hay un saldo de luto en la sociedad. A estas alturas todos conocemos a una persona que ha sido víctima de la violencia, sabemos de alguien que ha perdido a un ser querido, de alguien que ha tenido que dejar su negocio porque estaba siendo víctima de extorsión. La sociedad mexicana ha tenido que cambiar su manera de vivir a partir de esta situación. Hoy en día es muy raro que encuentras en México que dejen salir a niños a jugar a la calle. La gente vive encerrada. La gente vive temerosa. La gente gasta mucho dinero en su propia seguridad. Y eso lo que termina siendo es un costo de vida, no solamente un costo económico. Entonces lo que quiero decir es que este periodo sí ha provocado y un antes y un después en la manera en cómo vive mucha gente en este país.

 

 

Felipe Calderón ha dicho que él no estaba informado de lo que estaba haciendo su ex secretario de Seguridad. ¿Qué opinión te merecen esas declaraciones?

 

 

Lo que hice fue buscar cuáles eran los antecedentes oficiales que había y que podía rescatar como periodista para tratar de responderme la pregunta de si es creíble o no que el ex presidente diga que no sabía. Mi juicio es que no es creíble dado que en la investigación que pude realizar encontré confirmación de que existen cuatro expedientes de investigación sobre García Luna y sus allegados desde 2002. De manera que cuando García Luan fue nombrado por Calderón como secretario ya llevaba por lo menos cuatro años bajo investigación oficial. Y en esos cuatro años pudo haberse enterado, pudo haber visto, pudo haber acopiado información de esta persona a la que estaba nombrando.

 

 

 

 

 

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