Diego Santoy Riveroll: A 15 años de los asesinatos de Cumbres
jueves, 18 de marzo de 2021
Diego Santoy Riveroll: A 15 años de los asesinatos de Cumbres
 

 

A principios de 2020 se reabrió el caso de Diego Santoy Riveroll, conocido también como El asesino de Cumbres, un joven originario de Monterrey acusado del homicidio de dos menores, de intentar asesinar a su ex novia Erika Peña Coss y de mantener secuestrada a otra mujer, en hechos ocurridos el 2 de marzo de 2006.

 

 

 

Por Redacción.

 

 

El pasado 1 de marzo, 15 años después de los sucesos, un juez de lo Penal ratificó por tercera ocasión la sentencia definitiva contra Diego Santoy Riveroll por la masacre de la colonia Cumbres, en Monterrey: culpable de los delitos homicidio calificado contra los niños Erik Azur y María Fernanda, culpable de homicidio calificado en grado de tentativa contra su ex novia Erika Peña Coss y culpable de privación ilegal de la libertad en contra de Catalina Bautista, trabajadora doméstica de la familia.

 

 

La sentencia consiste en 71 años, siete meses y 27 días de prisión. Además se le fijó un monto para reparación de daños a los involucrados, que asciende a un total de 337 mil 760 pesos. Sin embargo, de acuerdo con el Código Penal que rige en Nuevo León, nadie puede permanecer preso durante más de 40 años, por lo que es probable que Santoy, quien ingresó en prisión cuatro días después de los hechos tras ser detenido en Oaxaca, obtenga su libertad en 25 años, cuando tenga 61 años de edad.

 

 

De esta manera, se cierra una de las historias que más han conmocionado a México en los últimos años, debido a que las principales víctimas fueron dos niños de siete y tres años que murieron de una manera cruel. Además, durante el juicio se dieron a conocer públicamente más detalles del caso que dividieron a la opinión pública y marcaron el destino de dos familias.

 

 

Diego Santoy Riveroll, de 21 años de edad, y Erika Peña Coss, de 20, habían sido novios durante un par de años hasta que ella decidió terminar la relación, cansada de los celos y de la actitud posesiva de su pareja. A pesar de lo anterior se seguían viendo de manera ocasional hasta que, días antes del 14 de febrero de 2006, Diego le pidió una última cita a Erika.

 

 

“Te voy a pedir, Erika, que salgas conmigo el 14 de febrero, y ya no me vuelves a ver en tu vida”, le dijo. A lo que ella respondió: “Perfecto, vamos a cenar el 14 de febrero y ya no nos volvemos a ver más”. Pero Diego no se resignó a terminar la relación. La seguía llamando y buscando a pesar de que ella le contó que ya había iniciado otra relación con alguien más.

 

 
 

La madrugada de los asesinatos

 

 

La noche del miércoles 1 de marzo de 2006, Diego le llama a su amigo Humberto Leal Molina, a quien conocía desde que estudiaron juntos en la preparatoria La Salle, para invitarlo a cenar en su casa.

 

 

Esa noche Humberto se queda a dormir en la casa de su amigo, ubicada en el 5296 de la calle Misión San Jorge, colonia Misión Cumbres, en el sector poniente de Monterrey. Pero a las 4 de la madrugada, Diego lo despierta y le pide desesperado que lo lleve a la casa de Érika en su auto.

 

 

De acuerdo con el testimonio de Humberto, al abordar el vehículo, Diego llevaba una mochila negra abultada. A las 4.15 horas llegan a la casa de Érika, ubicada en el mismo sector de la ciudad, en el 2909 de la calle Monte Casino, colonia Cumbres Segunda Sección.

 

 

Diego baja del auto y su amigo Humberto se retira del lugar. Es entonces que Diego se brinca el barandal de la casa,  camina por el pasillo lateral hacia el patio y antes de ingresar por la puerta trasera, abre la mochila, saca unos guantes y un pasamontañas negro que se coloca en la cabeza para aparentar ser un ladrón.


 

 

Lo que pasó al ingresar al domicilio ha sido tema de discusión. La versión de las autoridades está basada en los trabajos periciales, en investigación y en los testimoniales obtenidos de Erika, de su hermana Azura y de Catalina Bautista, la empleada doméstica de la familia que vivía en la misma casa. La otra versión, la que ha despertado suspicacias y polémicas, la han esparcido Diego Santoy y los distintos abogados que su familia ha contratado, además de las declaraciones que el joven ha ofrecido en entrevistas para distintos medios.

 

 

La versión de las autoridades

 

 

De acuerdo con la primera versión, al ingresar al domicilio, Diego corta los cables del teléfono y hace un recorrido por el interior de la vivienda. Corta también los cordones de una de las persianas de la sala y se los guarda. También se fuma un cigarro y tira la colilla a una cubeta que está en el cuarto de lavado.

 

 

En la segunda planta de la casa se encuentran las recámaras. La única que esa noche está desocupada es la de la madre, Teresa Coss, una conocida astróloga que de vez en cuando aparecía en la televisión regia y que esa noche se encontraba en Hermosillo, Sonora, por cuestiones relacionadas con su trabajo.

 

 

A las 6.10 horas ocurre el primer asesinato. El menor Erik Azur baja al cuarto de lavado al descubrir que se había orinado en la cama. Se sorprende al ver a Diego en la cocina. Este se acerca al menor y le encaja un cuchillo en el tórax y el cuello. Aún con las heridas, el niño logra caminar hasta el cuarto de lavado, donde Diego lo alcanza y lo vuelve a herir con el cuchillo hasta que el menor deja de moverse. Abandona el cuerpo sobre un colchón que estaba en el piso y lo cubre con unas colchas.

 

 


Diego sube a la planta alta, donde a las 6.30 horas la empleada doméstica se despierta y se levanta para ir al cuarto de la dueña de la casa. En ese momento descubre a un hombre encapuchado, con guantes, que le apunta con una pistola. Diego la conduce a un baño donde la amordaza y la encierra. Al menos una hora después, la empleada doméstica escucha los pasos de la otra menor, María Fernanda, quien tras despertarse se dirige al cuarto de su mamá como todas las mañanas.

 

En esa habitación, Diego Santoy estrangula a la niña con los cordones de las persianas y luego esconde el cuerpo en el closet, cubriéndolo con una sábana.

 

En una entrevista que le realizó el periodista Javier Alatorre en TV Azteca, Érika Peña Coss señaló que no vio a Diego hasta las 11.30 de la mañana, cuando salió por primera vez de su habitación ese día. Habían pasado más de cinco horas desde que se registrara el primer asesinato.

 

 

Con el mismo cuchillo con el fue asesinado Erik Azur, Diego hirió a Erika en la recámara principal con un martillo en la cabeza, y luego le produjo heridas con un cuchillo en el cuello, en la espalda y en las manos, hasta dejarla desangrándose en el piso.

 

 

 

La versión de Diego

 

 

 

La versión que cuentan Diego Santoy y sus abogados indica que al entrar a la casa por la puerta del patio, él sube inmediatamente al cuarto de Erika pues ella ya lo estaba esperando. En esa habitación permanecieron unas horas hasta que, tras varios reclamos y discusiones, ella se levanta de la cama, sale del cuarto y baja a la cocina, seguida por Diego.

 

 

Ahí continúan las discusiones. Fue entonces cuando el menor Erik Azur se despierta y baja al cuarto de lavado porque descubre que se orinó en el pijama.


“Erika lo acuchilló. Estaba enojada, harta, yo creo, de toda la situación que tenían ella y su hermana con respecto a los hermanos menores”, señaló Diego en la entrevista con TV Azteca. “Nosotros estábamos en la cocina y llegó el hermano… yo lo sostuve… por miedo, por tonto. Ella estaba fuera de sí, se veía muy alterada, llena de odio.”

 

 

Cuando el periodista le pregunta qué había hecho el niño para que, de acuerdo con su versión, desatara la ira de su hermana, Diego contestó: “había bajado a la cocina porque se había hecho pipí, Erika se molestó mucho porque sabía que su mamá la iba a regañar porque era su responsabilidad que Erik hiciera pipí antes de dormirse”.

 

 

Tras el asesinato, Diego habría arrastrado el cuerpo del menor hasta el cuarto del lavado y posteriormente él y su ex novia subieron a la recámara de la madre, donde estuvieron encerrados hasta que escucharon que la otra menor se despertaba, salía de su cuarto y bajaba las escaleras.

 

 


Fue entonces que, asegura Diego, Erika hizo un nudo con la cuerda de la persiana que él había cortado en la ventana de la sala, y salió al pasillo, desde donde llamó a su hermanita para que subiera al cuarto de su mamá.

 

 

“Ya estando en el cuarto, le dijo te voy a enseñar un juego, vamos a jugar al perrito. Erika le ordenó a su hermana ponte como perrito y la niña se puso de rodillas, aquí traigo la correa, se la pasó por el cuello y empezó a estirar, después se sentó encima de ella y siguió estirándola. La niña no podía hacer nada por la fuerza en el cuello y el peso de Erika… Yo nomás estaba parado… Luego me dijo que seguíamos nosotros… de morir… en ese momento sí estuve de acuerdo”, declara Diego en dicha entrevista.

 

 

Agrega que ella le pidió que la golpeara en la cabeza con un martillo hasta matarla y que luego se suicidará aventándose de algún puente. De acuerdo con esta versión, Diego la golpeó con el martillo pero al ver que sus golpes no eran suficiente, tomó el cuchillo y se lo pasó por el cuello.

 

 

“Me eché a dos”

 

 

Tras dejar a su ex novia tirada en el cuarto de su madre, en medio de un creciente charco de sangre, Diego fue al cuarto de Erika, tomó las llaves de su auto Neon, sacó a la empleada doméstica del baño, la obligó a subirse a la cajuela y se dirigió hasta la casa de su amigo Humberto.

 

 

“Me eché a dos, me eché a la hermana y traigo a la chacha en la cajuela”, señaló Humberto que le dijo Diego, en su declaración ante el Ministerio Público. Le pidió que le prestara ropa para quitarse la que llevaba puesta. Posteriormente, en otro sector de Monterrey, dejó en libertad a la empleada doméstica, a la que le dio una moneda para que tomara el transporte público de regreso a la casa de Cumbres.

 

 

Con la ayuda económica de su madre, Diego huyó de la ciudad. En su periplo de cuatro días pasó por Guadalajara, Querétaro, Ciudad de México –donde lo alcanzó su hermano Mauricio- y Oaxaca, donde finalmente fueron detenidos en un autobús de pasajeros que se dirigía hacia la frontera con Guatemala.

 

Aunque el hermano fue detenido por encubrimiento, no permaneció más de una semana en prisión. Lo mismo pasó con Humberto, quien también fue acusado del mismo delito y pudo evitar la cárcel gracias al pago de una fianza de 300 mil pesos que depositó su familia.

 

 

Tras permanecer 13 días internada en un hospital, Erika fue dada de alta, aunque con afectaciones en un pulmón y en las cuerdas bucales, por lo que en las primeras entrevistas que dio a la televisión no podía levantar mucho la voz.

 

Para el juicio, la familia de Diego contrató a una conocida abogada de narcos llamada Silvia Raquenel Villanueva, quien a lo largo de su carrera había representado a capos que trabajaban lo mismo para el Cártel del Golfo que para el de Sinaloa. Villanueva ya había sufrido tres intentos de asesinato –dos bombas que explotaron en su despacho y un ataque a balazos cuando se encontraba en un hotel de la Ciudad de México- hasta que el 9 de agosto de ese 2006 fue acribillada mientras se encontraba en un mercado del centro de Monterrey.

 

 

La estrategia de la abogada fue intentar “ensuciar” el caso salpicando a los miembros de la familia Peña Coss, sobre todo a la madre, de quien empezaron a esparcirse rumores –aun antes de la aparición de las redes sociales- que la señalaban de ser amante del procurador de justicia del estado y de haberse incluso metido con Diego por celos hacia su hija.

 

 

Durante los cateos, Diego acusó directamente a Erika de haber cometido los dos asesinatos y se dijo dispuesto a “pagar lo que me toca, lo que me corresponde, pero no me voy a llevar todo, no tengo por qué protegerte ya”. Ella, de igual manera, acusó a Diego de haber asesinado a sus hermanos: “fuiste tú, Diego, y lo vas a pagar. Yo no hice eso. Se juzgan las acciones, no el comportamiento mío, los hechos. Yo me voy tranquila y con el alma limpia. Y tú, no”.

 

 

A partir de entonces, Diego permanece preso en el penal de Cadereyta, donde incluso se casó con una mujer que formaba parte de su “club de fans” y con quien tuvo un hijo. Erika, por su parte, se fue a vivir a San Miguel de Allende, donde también se casó. Su familia, se especula, vive fuera de México, probablemente en Canadá.

 

 

A 15 años de los sucesos, la casa en la que sucedió el doble infanticidio permanece abandonada, con un viejo cartel empolvado que dice: “Se vende”, en tanto que Mauricio, el hermano de Diego, fue detenido y vinculado a proceso en febrero de 2020 acusado del delito de narcomenudeo.

 

 

 

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