Los rumores se esparcen como el viento, y a tres años de que la guerra entre Los Chapitos y Los Dámaso terminó de forma abrupta con la captura de padre e hijo, ahora bajo prisión en Estados Unidos, los grupos de búsqueda de personas desaparecidas han recibido reportes de que en alguna zona remota de la sindicatura de Eldorado existen varias fosas esparcidas que albergan entre 200 y 300 cadáveres que con el paso de la violencia fueron acumulando las células del crimen organizado. Aunque no las han encontrado, el hallazgo de cinco cadáveres en un predio de las playas de Ponce ocurrido en junio de 2019, ha dado la pista necesaria para seguir rastreando en busca de aquellas víctimas del narco.
Por Santiago Rentería
Bajo el resplandeciente sol del otoño de la costa sinaloense, un grupo de rastreadoras inicia la búsqueda en este paraje desolado de arena, matorrales espinosos y conchas de mar dispersas en millares de fragmentos blancos. Es el valle de la muerte que dice que en esta zona puede haber más enterrados.
Los colectivos, aun contra la amenaza latente, han venido esta mañana de noviembre armados con perros entrenados, detectores de metal, varillas de hierro, palas y picos para tratar de dar con alguna fosa que haga emerger a las víctimas que el crimen organizado esparció por esta región de la sindicatura de Eldorado.
Es jueves. La mañana fresca comienza a convertirse en calor, a derretir el sudor que baja en forma de gotas y que no deja de hacer estragos en la piel y en los rostros de las pocas familias que acompañan a la Comisión Estatal de Búsqueda, que se tiene que parapetar en la falsa ilusión de seguridad que ofrecen cuatro patrullas llenas de policías que lo único que harán en toda la jornada es vigilar el perímetro.
Los policías observan, las madres son las que rastrean, levantan cada roca, pican en cada punto visible con una varilla que busca alcanzar el olor a descomposición de los elementos del cuerpo humano.
Este mediodía, las buscadoras de cuerpos que vinieron hasta este predio de la desolada playa de Ponce, a unos 50 kilómetros al sur de la ciudad de Culiacán, para tratar de encontrar más pistas, más indicios, que los lleven a una fosa como la encontrada en este mismo lugar el 16 de junio de 2019, cuando de la arena ardiente emergieron los restos de cinco varones, de edad media, posiblemente asesinados durante la época más cruenta de la guerra interna que pasó el Cártel de Sinaloa.
En busca de la esperanza
“Justo aquí fueron encontradas cinco personas, dos estaban juntos y otros tres a unos metros”, cuenta una integrante de la asociación Voces Unidades por la Paz, el cual trabaja en coordinación con la Comisión Estatal de Búsqueda.
“Saúl” y “Boby”, dos de los cuatro perros entrenados para detectar restos humanos, apuntan con sus patas dos puntos, a un lado de un pequeño pino que es una anomalía forestal en este terreno donde crecen arbustos achaparrados espinosos y otros que tienen la textura del mangle.
“Esperamos encontrar más”, señala un joven abogado y paramédico parco al hablar, y que ahora dirige a los canes entrenados en detectar cuerpos enterrados. Son similares a los usados por las brigadas de rescatistas en los sismos, cuenta.
El miércoles 18 de noviembre estuvieron por el rumbo de Sibiracoa, una región pantanosa y poblada de palmeras, yendo hacia Eldorado, entre Sánchez Celis y Las Piedritas, en donde pobladores de la región señalan que existen también fosas clandestinas, pero que tampoco han sido descubiertas ni por las autoridades ni menos por las familias que se valen de exiguos recursos para salir a búsquedas.
Los grupos de búsqueda le han seguido la pista a lo que habitantes de la sindicatura llaman “la fosa de los Dámaso”, y que, de acuerdo con los testimonios, son los puntos que usaban las células armadas de El Licenciado para enterrar a sus víctimas.
Se habla de entre 200 y 300 personas sepultadas por estos lares, un verdadero panteón macabro de llegarse a encontrar.
Las familias salen con el temor, pues, aunque no lo dicen de manera abierta, algunos colectivos han sido intimidados para que ya no realicen su labor, una labor que es de humanidad, sólo por encontrar a sus seres queridos perdidos, distantes, los cuales no dejan caer en el olvido, como sí ya los ha dejado la autoridad.
El rumor del mar
Para llegar a esta zona rodeada de arena y matorrales, es necesario desviarse un kilómetro a mano derecha del acceso principal asfaltado a la playa de Ponce.
Diversos reportes señalan que en este sitio hay más cuerpos enterrados, más aún de los 5 que ya fueron localizados.
La jornada de la Comisión de Búsqueda arranca cuando echan a volar un dron para mapear el lugar y las mujeres de los colectivos exploran el predio con palas y picos con los que sondearán el territorio.
A unos 200 metros, se escucha el rumor del oleaje del Mar de Cortés que golpea de manera insistente la línea de playa de Ponce.
Entre 2016 y 2017 decenas de personas fueron desaparecidas no solamente de Eldorado, sino de otros poblados aledaños e incluso de Villa Juárez Navolato. Sin embargo, muchas familias nunca han interpuesto denuncia.
Quizá por eso las cinco víctimas que rescataron en junio de 2019 no fueron identificadas.
Los perros pastor belga que gestionó la comisión de Búsqueda ante la Comisión Nacional son sacados de uno por uno para que con el olfato rastren el terreno.
El primer turno le toca a “Saúl”, quien excava en dos puntos. Enseguida “Boby”, la única hembra de los 4 binomios también señala los mismos puntos.
A las 11:49 am llega la retroexcavadora amarilla tumbando los matorrales y en escasos minutos cava una zanja de donde brota arena oscura, conchas quebradas y raíces. Búsqueda negativa.
En unas horas, el terreno fue limpiado, pero los restos humanos no fueron encontrados.
Excavar
Por la mañana, “Alma” se levantó muy temprano para esta nueva travesía. Sabe que el día le depara una labor incansable.
“Ando mala de las cuerdas bucales, pero aquí ando, mis hijas me dijeron que no viniera”, dice mientras ensarta la varilla de sondeo en la tierra.
Ella también habla de las últimas pistas que han seguido para localizar más tesoros escondidos en estas tierras agrestes.
“Nos dijeron que era el mismo predio, que había una piedra pintada, un arbolito y hasta una lomita”, refiere.
Para el mediodía que retro excava más agujeros. El sol caliente y los perros rastreadores son guardados para no fatigarlos de manera innecesaria.
Este jueves no fue un día de suerte, pero la Comisión y los colectivos seguirán buscando, siguiendo pistas que los lleve a ese rincón de esta tierra donde yace la fosa producto de la guerra al interior del Cártel de Sinaloa, la fosa de los Dámaso.
Sábado positivo
Al llegar el sábado 21 de noviembre, los reportes replicaron: dos osamentas eran encontradas en la zona de las cribadoras del río Culiacán, una franja que se extiende desde la sindicatura de Aguaruto hasta San Pedro, Navolato, con brechas y terrenos propicios para enterrar a personas.
La zona ha sido usada por el crimen organizado para abandonar cadáveres, inhumarlos y desaparecerlos en fosas que, sobre todo en los últimos años, han brotado cuando baja la corriente del río que no solamente arrastra guijarros y arena.
Desde el 2017, en este sitio, son buscados los últimos dos policías municipales de Culiacán que permanecen desaparecidos: Yosimar Reyes García y José Antonio Saavedra. Pero no han sido encontrados. En cambio, un sinfín de restos humanos surgen de vez en cuando para recordarle a las familias que todavía no es hora de abandonar las búsquedas. Éstas no pueden ser a diario ni siempre, la logística no lo permiten y, sobre todo, la amenaza. Amenazas a ellas, las familias que solamente quieren el regreso de su ser querido.