Cristóbal Castañeda Camarillo: El teniente coronel consentido de la 4T
lunes, 25 de octubre de 2021
 Cristóbal Castañeda Camarillo: El teniente coronel consentido de la 4T
 


El teniente coronel Cristóbal Castañeda Camarillo algo ha hecho bien en Sinaloa... o mal, porque ha logrado situarse en las antípodas de lo que representa el gobierno y el crimen organizado. Sin conflictuarse de fondo, realiza un trabajo hormiga en donde por un lado da golpes al narco, pero por otro lado nunca detiene a nadie de relevancia. Su gestión al frente de la Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa ha logrado amalgamar diversos escándalos devenidos en pifias, pero siempre ha sido inamovible, imperturbable, intocable. Sicarios del Cártel de Sinaloa se han lanzado sobre sus hombres, pero hasta ahora a él no lo han tocado. Actualmente, en el marco del cambio de la administración estatal, el gobernador electo Rubén Rocha Moya lo nombró como el hombre a perpetuarse en el cargo debido simplemente a que desde el gobierno federal no quieren cambiar de estrategia, y al final de cuentas, Castañeda Camarillo llegó a Sinaloa por recomendación del general Salvador Cienfuegos.

 

 

 

Por Santiago Rentería.

 

 

 

Sin lugar a dudas, el teniente coronel Cristóbal Castañeda Camarillo arribó a Sinaloa en 2017 palomeado por el entonces secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, bajo el acuerdo de que los mandos de seguridad en el estado, con el naciente gobierno de Quirino Ordaz Coppel, serían colocados por la Sedena.

 

 

De pelo entrecano y corto, al estilo militar, aquel teniente coronel que había ejercido cargos más bien administrativos dentro del Ejército, de pronto llegó a ocupar la Subsecretaría de Prevención y Readaptación Social de la SSP, un cargo en el que tenía que operar de manera directa la Policía Estatal Preventiva y los penales del estado.

 

 

Pronto, gracias a su experiencia en el manejo de medios, pues su puesto anterior fue la de vocero del mando territorial en la Cuarta Zona Militar con sede en Hermosillo, Castañeda Camarillo se volvió factor de consulta con los reporteros de Sinaloa y fuera del estado, en un momento en que el Cártel de Sinaloa pasaba por una de sus fracturas materializadas en la pugna entre Los Chapitos y Los Dámaso.

 

 

A Castañeda le benefició siempre que el general en retiro, Genaro Casillas Robles, titular de la Secretaría de Seguridad Pública, fuera un hombre de humor agrio que le gustaba refugiarse en su despacho y relegar los asuntos de importancia a sus subalternos militares. Así, el teniente coronel tuvo oportunidad de conocer a la tropa de policías, colocar a sus hombres de confianza al mando de la corporación, tejer de manera fina su red de lealtades al interior de la dependencia estatal.

 

 

Diplomático, con estudios en administración y temas financieros, graduado de la Escuela Superior de Guerra, con conocimientos en ejercer cargos de manejo y gestión de negocios, Castañeda fue paciente para llegar a jefe de la Secretaría.

 

 

Aunque siempre negó que quisiera el cargo, para cuando el gobierno de Sinaloa decidió remover a Robles Casillas, él ya tenía a su equipo cercano incrustado en la dependencia estatal.

 

 

Sin embargo, en un cálculo que más bien obedece a los rangos militares, la Sedena negoció con Ordaz Coppel la llegada de otro general en la SSP, para julio de 2018: Fermín Hernández Montealegre.


 

 

Pero Fermín era cartucho quemado y en cuanto se sentó en la silla de seguridad, pronto surgió el antecedente que fue el mando del Ejército involucrado en la compra y operación del Software espía Pegasus, usado por el gobierno de Enrique Peña Nieto para vigilar a activistas y periodistas.

 

 

Montealegre no duraría más que seis meses en el encargo, pues en diciembre partió de Sinaloa. Fue así como llegó a secretario de Seguridad el teniente coronel. Y no sólo ha permanecido ahí contra viento y marea, a pesar de las pifias y los escándalos en los que se han visto involucrados algunos de sus subordinados. Ahora es considerado para continuar al frente de la SSP en la nueva administración de Rubén Rocha Moya.

 

 

El recuento de los daños

 

 

Entre los policías de a pie se dice que lo único que ha logrado evitar Castañeda, El Todo Controlado, es un atentado en su contra, pues al final de cuentas se trata de un funcionario sobreviviente en la casa del Cártel de Sinaloa.

 

 

Eso sí, dos de sus principales brazos operativos, el comandante Níquel, del Grupo Élite, y el comandante Joel Ernesto Soto, de la Policía Estatal Preventiva, sufrieron sendos atentados. Este último perdió la vida en un infame ataque ocurrido sobre la autopista La Costera, a la altura del municipio de Angostura, en mayo pasado, durante la campaña electoral que ni si quiera fue manchada por este hecho de sangre.

 

 

Níquel, por su parte, sufrió una emboscada en diciembre de 2018 justo a los días de que Castañeda Camarillo fuera nombrado oficialmente como titular de la SSP. Dos años después, el policía condecorado por sobrevivir al atentado de un comando en la comunidad de El Ranchito, al sur de la ciudad, se vio involucrado en el asesinato de dos jovencitas estudiantes de Tamazula, Durango.

 

 


Hasta la fecha, Carlos Alberto, que así se llama Níquel, continúa bajo proceso acusado por el delito de encubrimiento, mientras que la Fiscalía procesa a otros tres policías imputados del crimen directo de las dos mujeres jóvenes.

 

 

A pesar de la presión sobre la SSP, Cristóbal Castañeda defendió a sus policías, incluso hasta les prestó ayuda jurídica y se cabildeó con los fiscales reducir el margen a Níquel para que no pisara la cárcel.

 

 

Otra de las pifias más notorias del teniente coronel, fue aquel punto de quiebre que significó para todo el Estado el jueves negro o culiacanazo, en donde buscó junto con el resto de los mandos, evadir sus responsabilidades en materia de seguridad.

 

 

Lo curioso, quizá lo grotesco, es que nadie ha pedido cuentas a Castañeda Camarillo. Nadie, ni del Congreso del Estado, ha cuestionado la protección que le dio a sus agentes estatales aquellos días en que la familia de las víctimas y los dos sobrevivientes del fuego policial en la sindicatura de Sanalona, señalaron que los policías simplemente dispararon a rajatabla; tiraron a matar.

 

 

 

Los dueños de la calle

 

 

 

Aunque pretendan esconderlo, las calles de Sinaloa, sobre todo las de Culiacán, son de ellos, de los narcos, de los hombres que, cuando se sienten amenazados, arrasan con todo.

 

 

Ahí están los constantes ataques a las cámaras de vigilancia policial, que desde hace años a la fecha han sido tiroteadas cada cierto tiempo. Más tardan en reponerlas, que las células de sicarios en tumbarlas a tiro limpio.

 

 


“El teniente se ha labrado una imagen de duro, que los narcos no podrán con él, pero en realidad todo parece un juego”, dice un integrante de la SSP que solicitó el anonimato.

 

 

A sus policías que patrullan las calles les ha ordenado no dar “14”, que en clave policía significa favor, ayuda, a los delincuentes.

 

 

“Que sepan que no hay arreglo con el gobierno”, dicen. Prueba de ello, alegan las autoridades, es que Castañeda ha salido a presumir una y otra vez los decomisos de narcolaboratorios, artilugios en donde nunca detienen a nadie y en donde nunca hay más pistas más allá de ollas, tambos y químicos.

 

 

Durante el Jueves Negro en que Iván Archivaldo Guzmán encabezó el operativo violento para que las fuerzas armadas liberaran a su hermano Ovidio, sus huestes policiacas perdieron toda la coordinación presumida con la Marina y el Ejército, y optaron entregarle la ciudad a la delincuencia. Dejaron que hicieran y deshicieran, como habitualmente ocurre.

 

 

Ante la estrategia de “inundar” de cámaras de video vigilancia la capital, a los criminales les viene el plan orquestado de derribarlas a punta de bala. Y ante la insistencia de mandarlas tumbar, la insistencia de cortar de tajo los postes. Sin detenidos a la vista, pese a que tienen grabados sus rostros, punteros a la orden del narco, nadie paga los platos rotos.

 

 

La ciudad es de ellos, mientras Cristóbal simula que patrulla a bordo de sus camionetas Suburban blindadas, custodiado por vehículos blindados, Ejército y Marina. Pero mientras él va acorazado, la ciudadanía sigue inerme, espantada por los comandos que irrumpen en colonias enteras y que hablan de un conflicto bélico entre células contrarias que nadie detiene.


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